La omnipresencia es algo que se suele atribuir únicamente a los dioses. Una cualidad que te permite estar en todos lados, y ser consciente de absolutamente todo. Por lo tanto, la omnipresencia es algo privado a los humanos, o eso creíamos.
N’Golo Kanté es el pilar fundamental que sostiene al mejor Chelsea de los últimos años. Un Chelsea que está dominando de una forma total la Premier League, arrasando de forma inmediata tras la llegada de Antonio Conte, que ha traído bajo el brazo un 3-4-3 que le va al equipo londinense como anillo al dedo.
Kanté ya es historia viva de la Premier League, y es que el francés es el primer jugador en toda la historia que llega como campeón de invierno en dos años consecutivos con dos equipos distintos, el Leicester City con el que fue campeón, y el Chelsea. Todo indica que la presencia de Kanté es garantía de éxito.
Ya el pasado año, fue una de las razones principales que hicieron posible lo imposible, ganando la Premier con los ‘foxes’, siendo el dueño total e indiscutible de su centro del campo.
Pero este año, podemos ver a un Kanté más maduro, más experto, infalible. Causa terror por toda Inglaterra, porque todo equipo que se enfrenta a él, sabe que pasar del centro del campo ‘blue’ es una tarea que Kanté hace parecer imposible.
Ver un partido del Chelsea es tener la sensación de que un jugador con el dorsal número 7 se encuentra por todas partes. Kanté parece ser lo más parecido a la perfección defensiva en el centro del campo. Lo corta absolutamente todo, y nadie pasa de su zona sin su permiso, es territorio hostil para cualquier atacante, es territorio Kanté.
Su sencillez, humildad y profesionalidad, hacen del francés un jugador aun más extraordinario y al que da gusto ver jugar.
El lunes, el Chelsea se enfrentaba en la FA Cup al Manchester United, en los cuartos de final. Partido decisivo para pasar a semifinales, y que el sueño del doblete del Chelsea siguiera más que vivo.
N’Golo, saltó al campo de la manera más habitual, sin que cambiara su cabeza baja símbolo de timidez, con las mismas botas que se encargarían una noche más de ser cómplices de la omnipresencia. Una vez más, Kanté estuvo en todas partes cuando tenía que estar, sin errores, sin complicaciones y de una forma tan sencilla como genial, volvió a ser el hombre que está haciendo grande a la zona azul de Londres.
Fue él porque tenía que ser él, porque estaba donde tenía que estar cuando tenía que estar. Kanté recibió el balón en el borde del área, muy alejado de la portería. Controlo el balón, acariciándola con las cómplices botas, aquellas que se mueven por todo el campo durante todo el partido, aquellas que si pudieran hablar, no dudarían ni un segundo en afirmar que su dueño es un ser que está en todas partes. Tras acariciarlo, engañó con el cuerpo, lleno de picardía a De Gea, y le pego de una forma que le define: sutil, preciso y eficaz. La clavo en palo sin que su cuerpo lo señalara, y así confundió a De Gea. Aquel gol dio el pase al Chelsea de Conte.
Frente a él, en la zona Kanté, en el centro del campo de Stamford Bridge, se encontró Paul Pogba. Durante la temporada, los franceses han sido comparados de manera continuada, y la balanza cae de una forma abismal hacia la omnipresencia. Kante mide 1’69 y ha costado 36 millones, mientras que Pogba mide 1’91 y costó 120 millones. Pese a los simples datos, Kanté se hace mucho más grande en el campo, y es la clara evidencia de que el coste de un fichaje no define du rendimiento en absoluto. Kanté convierte esos datos en simples e ineficaces números.
En las calles de Londres se empieza a correr un rumor. Hay gente que dice haber visto con sus propios ojos al humano que era omnipresente, y no hacen falta más detalles para saber que se trata de Kanté.
El 71% del planeta, está cubierto por agua. El 29% restante, está cubierto por N’Golo Kanté. Dios y señor de la omnipresencia.