En la pasada y accidentada gala de los Oscars, la película Moonlight se alzó contra todo pronóstico con la victoria. La cinta dirigida por Barry Jenkins, basada en la obra de teatro «A la luz de la luna los chicos negros parecen azules» nos cuenta la historia de un chico de raza negra, que sufre en silencio por el acaso recibido y por su homosexualidad, la cual es un tema tabú entre los afroamericanos. Esto nos recuerda la triste historia que ocurrió en el mundo del fútbol durante los años 90. Pero antes, pongámonos en situación.
Aunque el fútbol ha evolucionado mucho en los últimos años, todavía sigue habiendo numerosos problemas de machismo, racismo y homofobia, por culpa de mucha gente que vive en el pasado. En el tema que nos ocupa hoy, la homofobia, queda mucho camino por andar. Durante años a Guti se le recibía en los campos al grito de «maricón». Es normal que un futbolista no salga del armario, cuando se utiliza este termino despectivo para hacer daño a un jugador heterosexual, imaginémonos qué pasaría si Guti hubiera sido realmente gay. Por otro lado tenemos a los medios. La pasada campaña, algunos periódicos se hacían eco de la amistad de Cristiano Ronaldo con un boxeador marroquí. Se insinuaba una relación entre ambos, con el objetivo de dañar la imagen del portugués y hacer mofa de su posible orientación sexual. Poco nos debería interesar la vida de Cristiano, y menos su orientación sexual; él seguirá siendo el mejor jugador del mundo junto a Messi, independientemente de lo que haga en su vida privada. Además es muy poco prudente por parte de la prensa fomentar este tipo de comportamientos. Por último tenemos el caso de Manuel Neuer. El portero alemán dijo que los fútbolistas que fueran gays deberían salir del armario. Por pronunciar estas palabras, se le tildó de homosexual, llegando a leerse titulares como «Neuer sale del armario» en algunos medios. Neuer, que es heterosexual, hizo lo que deberíamos hacer todos, apoyar a unas personas que no tienen ningún tipo de voz en este ámbito para que se pueda normalizar esta situación.
Todo esto nos puede hacer entender la dura historia que tuvo que vivir Justin Fashanu. El jugador londinense despuntó en las filas del Norwich, y llevó al Nottingham Forest a pagar un millón de libras por él. En Nottingham, Fashanu empezó a vivir sus primeros problemas. El futbolista salía a clubes nocturnos de ambiente. Esto no gustaba a su entrenador, el mítico Brian Clough que un día le espetó: «Si quieres una barra de pan, ¿adónde vas? Al panadero, supongo. Si quieres una pierna de cordero, al carnicero… Entonces, ¿por qué sigues yendo a esos malditos clubs de maricones?”. Clough lo apartó del equipo y sus compañeros tampoco le daban apoyo, incluso se burlaban de él. Solo ante el peligro, empezó un periplo por multitud de clubes, llegando incluso a Estados Unidos, sin llegar a cuajar en ninguno. Cuando volvió a Inglaterra, en 1990, declaró su homosexualidad en una entrevista en el diario The Sun. En este momento, lo que podría haberse convertido en una heroicidad, se convirtió en un infierno. Los campos que visitaban lo insultaban por su sexualidad, su hermano le dio la espalda y nadie en el mundo del fútbol lo apoyó. Continuó su periplo por el mundo del fútbol, sin terminar de triunfar y con esa falta de aceptación de aficionados, compañeros e incluso de su familia. En 1998 fue acusado de abuso sexual por un chico de 17 años. Fashanu no pudo aguantar más. Lo encontraron ahorcado con una nota que decía: «Me he dado cuenta de que ya he sido condenado como culpable. No quiero ser más una vergüenza para mis amigos y familia, espero que el Jesús que amo me dé la bienvenida y finalmente encuentre la paz». Esta fue la triste historia de Justin Fashanu, una historia que no se debe volver a repetir. El mundo ha evolucionado, y el fútbol debe evolucionar con él.