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Julius Hirsch, el futbolista que murió en Auschwitz

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Las historias tristes son las reales, son las que se basan en la vida tal y como es: cruel, cruda, desnuda y sincera. Esas historias son las que arrancan silencios al terminar de contarla, son las que nos golpean como un martillo y nos devuelven a la realidad, dónde ni hay príncipes ni princesas y dónde los castillos son sólo cárceles bien adornadas. La historia de Julius Hirsch es una de esas historias.

Futbolista, padre, hijo, hermano… Nacido en un pueblecito alemán cerca de la frontera con Francia llamado Achern, en una familia en la que su padre luchó en el bando alemán durante la guerra contra Francia en 1870. El pequeño de cuatro varones de una familia con siete hijos que alimentar en la postguerra. Julius, estudió y se formó en Karlsruhe dónde empezó como futbolista en 1902. Fue el delantero que cada temporada situaba en el mapa a la ciudad germana y que dio goles importantes a su equipo, de esos que valen ligas. Fue el primer jugador de la historia de Alemania en conseguir ganar el campeonato con dos equipos diferentes: en el Karlsruher FV en 1910 y en 1914 con el SpVgg Fürth. Además de jugador de la selección alemana con siete partidos luciendo el águila en el pecho a lo largo de su vida, dos de esas veces en los en los juegos Olímpicos de 1912, aunque no participó en partidos tan históricos como el de la victoria por 16-0 contra Rusia. Además se formó como empresario, trabajando en empresas siempre cerca de los campos de fútbol. Acabó siendo escogido en el XI ideal de los mejores jugadores antes de la guerra.

Cuando estalló la guerra, Julius fue llamado por Alemania a luchar en sus filas, ganándose la Cruz de Hierro de segunda clase y siendo ascendido al rango militar de Sargento. Al volver de la guerra, Hirsch se dedicó a trabajar en la empresa de su padre aunque el fútbol volvió a llamarle años después, volviendo al Karlsruher FV esta vez como entrenador de categorías infantiles para luego retirarse en ese mismo club en el 1925.

Tras una vida al servicio del pueblo germano, de luchar por ellos y de haber tenido una exitosa carrera futbolística, Julius se retiró y se concentró en su familia. Sin embargo había un problema con Hirsch, era judío.

En Febrero de 1943, Julius estaba siendo vigilado de cerca por la Gestapo por sus raíces judías y su inminente viaje al exilio en Francia. Poco después, tan sólo un mes después, sería capturado para meterlo en un tren con otros 11 judíos de la región para acabar en el campo de concentración. El día 2 de Marzo, Hirsch ingresó en Auschwitz junto a otras 1500 personas, los registros sin embargo contabilizaban unas 150 y el nombre Julius Hirsch no aparece entre ellos. Allí se pierde el rastro del jugador que una día, fue convocado por la selección alemana y condecorado con la Cruz de Hierro. En 1943, su familia le perdió y no fue hasta dos años después, el 8 de Mayo de 1945, cuando el ayuntamiento de Karlsruhe declaró su muerte y firmó el acta de su defunción, comunicándoselo así a su familia.

En la actualidad, la Federación Alemana de Fútbol (DFB), otorga un premio llamado “El Premio Julius Hirsch” a aquellas organizaciones o personas que persiguen la igualdad, la tolerancia y la libertad de las personas. Algunos de los premiados han sido los clubs de fans del Bayern por su trabajo a la memoria de Kurt Landauer o a los ultras del Nürnberg por su coreografía a su entrenador judío Jenö Konrad.

Julius Hirsch tuvo un destino cruel para alguien quien siempre llevó una vida sencilla y que llevó a cabo su deber, alguien quien luchó por el país que le asesinó. Alguien que ilusionó a miles de personas con el balón en los pies. La historia de un hombre entre muchos que sufrió en propias carnes, la crueldad de la vida y el destino. Esta es una de esas historias que acaban con silencio.

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