Me gustaría poder describir a Leo Messi con facilidad, pero si eso fuese posible, dejaría de ser Messi.
Leo tiene un don indescriptible, hacerme volver a la infancia, cuando simplemente me quedaba delante de la televisión, sin que me importara cualquier rivalidad o problema en el juego. Cuando disfrutaba del fútbol de una manera diferente a la que lo hago ahora, admirando cada detalle, cada simple detalle. Sin analizar, ni twittear, ni hablar. Boca cerrada, abierta solo en las ocasiones en las que quería expresar mi sorpresa, siempre con una sonrisa, y con ese brillo en los ojos que surge cuando descubres lo que realmente te gusta. Messi hace que vuelva a sentir esa sensación, él y solo él.
Quizás sea su forma de acariciar el balón con la bota, para aliarse con él y tenerlo pegado al pie de forma inexplicable. Quizás sea su forma de ver el juego, que nadie más ve. Esa capacidad de saber lo que va a hacer mucho tiempo antes de hacerlo, analizar miles de opciones en una cantidad insignificante de tiempo. Nadie nunca sabrá lo que le hace tan especial, pero Messi es único, irrepetible, mágico, un genio, enorme, genial, determinante, y muchas cosas y adjetivos más que realmente, no consiguen describirlo.
Esta semana, Lionel protagnizó dos partidos con una gran transcendencia en la temporada, totalmente decisivos. El primero, fue un encuentro del torneo mágico que nos quita el sueño, la Champions League. Quizás el partido de la jornada en el torneo continental. La vuelta de Guardiola al Camp Nou. El Barcelona-Manchester City.
Pep llegó al Barcelona ya con un gran Messi, joven y eclipsado por Ronaldinho (que salió del club ese mismo año) que acaparaba todos los focos y miradas en la ciudad condal y en el mundo en general. Guardiola supo ver el potencial que había en el argentino, y lo mejoró aún más. Le proporcionó inteligencia táctica, le ayudó a mejorar sus facultades futbolísticas e incluso le enseñó a jugar en una posición que no era la suya la madrugada antes de un clásico en el Bernabéu. Sí, Pep le llamó en plena noche, en el hotel de concentración, y le explicó el planteamiento que tenía pensado para él en ese mismo partido, Leo iba a jugar de ‘falso 9’, y ahí cambió todo. ¿El resultado? Real Madrid 2-6 Barça. Hoy en día, Leo retrasa su posición de forma constante, para crear juego, mover el balón y generar peligro. Le ha hecho mejor. El mejor.
Pero el miércoles le tocó enfrentarse a él, y durante 90 minutos se arrepintió del monstruo que había creado, y quizás le pareció un deja-vu, ya que Messi dos años antes generó un destrozo en la sólida defensa del Bayern Munich en las semifinales de Champions, equipo que dirigía el catalán. Él sabía más que nadie que estuviera en la grada o en el campo el peligro que surge en cuanto Messi coge el balón, porque le conoce de antemano, porque potenció ese talento.
Leo fue determinante en todo el encuentro, como es habitual, llevaba el control del juego en el conjunto azulgrana. Pases precisos, facilidad asociativa y mucho gol. Lo último, empezó en el minuto 17, aprovechando un fallo de Fernandinho que cayó dentro del área, la pelota naufragaba en el área, Leo la cogió, la hizo sentir segura, amagó con tirar delante de Bravo como solo él sabe, lo que provocó que el portero cayera al suelo cayendo en la trampa del argentino, y que el mismo rematara a placer.
Bravo fue expulsado en la segunda mitad, y eso hizo que el juego del Barça, que había dominado en la primera, fuese aún más dominante, entraba Caballero, y no sabía la que se le venía encima. Y en el minuto 61, tras recibir un balón de Andrés Iniesta al borde del área, Leo definió como suele hacer, ajustada al palo, donde pocos la pueden alcanzar. Era su segundo tanto de la noche, pero el recital no terminaba ahí, y es que solo 8 minutos después, su compañero Luis Suarez le regalo el gol que determinaba el hat-trick numeró 41 en la carrera de Messi.
La noche pudo ser aún mejor para Messi, que provoco un penalti ante Kolarov, pudo hacer el cuarto en su cuenta particular, pero su generosidad pudo con él, y se lo dejó a Neymar. El brasileño falló el penalti, pero minutos después metió un gran gol, que compensó, para hacer el 4-0. Otra gran noche en Barcelona, liderada por Messi. Una ciudad que teme lo que pasará cuando se vaya ese pequeño genio.
Días después, el Barça viajaba hasta Valencia para jugar en Mestalla, y no se podía permitir perder más puntos, tenía que escalar posiciones en la tabla, pero no sería tarea fácil.
Leo volvió a ser decisivo. Ya en el minuto 22 consiguió anotar gol, pese a que fuese en fuera de juego, ya que Suarez, que estaba en posición antirreglamentaria, obstaculizó la visión de Diego Alves. Ese gol le sirvió al Barça para irse con la victoria al descanso. En el inicio de la segunda mitad, un ex del conjunto azulgrana, Munir, y de forma seguida Rodrigo, conseguían poner por delante al Valencia. Suaréz, también al poco, recorto distancias.
A partir de ese momento, el ataque del Barça fue constante, hasta que en el minuto 94, Abdennour cometió penalti. Como no, Diego Alves se acercaba a Messi, para ganarle el duelo psicológico: “Ya te paré uno, te acuerdas?”. Entre los compañeros y el árbitro, consiguieron llevarse al portero carioca de la zona, y Leo, que intentaba hacer caso omiso a las palabras del brasileño, se disponía a tirar.
Ahí estaba el partido, los tres puntos estaban justamente en ese preciso momento, en esa guerra de leyendas. La leyenda de Messi, que siempre se había visto manchada por los penaltis, pero que era tan grande en sí que tapaba todo lo demás, contra la leyenda de Diego Alves, que basta con decir que es el máximo parapenaltis de la historia de la liga.
Ganó Leo y Mestalla se vino abajo, Leo le acababa de dar la victoria al Barça en el minuto 94, acababa de regalar felicidad en toda Barcelona, en la que los cuerpos de los culés se llenaban de euforia. Porque estas son las cosas de Messi, las cosas que le hacen especial, inexplicable e indescriptible.
Lionel se ha posicionado primero en las tablas de goleadores de la Liga y la Champions, y sigue escribiendo su larga historia.
Y en algunos momentos especiales de estos dos encuentros, Leo volvió a mandarme a mi infancia de nuevo, volvió a hacer magia, volvió a hacerme pensar, y plantearme, si vale la pena seguir buscando adjetivos para describirle, porque quizás sea imposible, y esos adjetivos no existan.
Y a los que no disfrutan viendo jugar a Messi, solo tengo un consejo para darles: si os gusta de verdad el fútbol, si queréis sentir que veis algo que no podéis describir, empezar a hacerlo.
Entro a escribir en Sphera Sports con muchas ganas, es como un sueño que vivo despierto y un gran reto. Prometo poner muchas ganas, esfuerzo y dedicación. Creo que tengo mucho que aportar, pero sobre todo y a lo que más importancia doy, mucho que aprender.
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