No cabe duda, de que la posición del portero es la más infravalorada del terreno de juego. Porque es el único que se pone bajo palos a evitar los goles, a rechazar misiles, a estirarse como un gato cuando es necesario, a aguantar los pitos cuando lo hace mal, el único que está a escasos metros de los aficionados, que sobre todo cuando juega en campo visitante, se convierte en una muy dura faena, porque su error es muy castigado, y en cambio su acierto mínimamente alabado si lo comparamos con un gol, una chilena o un caño. Ser portero es sin duda, aguantar muchísimo a cambio de muy poco. Pero es ese “muy poco” por el que levantan la cabeza pudiendo con la inmensa presión, por el que hacen oídos sordos a las terribles críticas, es ese por el que asumen la gran responsabilidad e importancia que tienen en el campo, es ese “muy poco” por lo que han elegido ser porteros, y no delanteros.
Cuando escuchamos a alguien nombrar a Diego Alves, ya es un acto reflejo pensar inmediatamente en un aspecto determinado del fútbol, el penalti. Diego tiene un procedimiento claro a la hora de parar un penalti: para empezar, se acerca al lanzador, le mira fijamente, y con el juego de las palabras le intenta despistar, le mete la presión, la duda, el miedo. Cuando el árbitro considera que ya es suficiente, le pide que vuelva a la zona que tiene que proteger desde los 11 metros, a la portería, frágil e insegura hasta que llega él, caminando hacia atrás, moviendo los brazos a todos lados siguiendo con su ritual casi infalible. Y llega el momento, el silencio, el duelo de miradas y el momento mágico, el momento en el que inexplicablemente, Diego se tira siguiendo a la pelota con sus ojos, exactamente al sitio donde va dirigida, y la coge, ya es suya.
Mario Suárez felicita a Diego Alves tras parar un penalti el pasado domingo | Getty
Así lo hizo el domingo, frente al Atlético de Madrid en Mestalla, en 2 ocasiones. Sí, si ya es raro que piten 2 penaltis en un mismo partido, más raro es que el portero los pare. El primer penalti se lo paró a Antoine, que lo tiró realmente bien, a una buena altura, colocada y con potencia, pero como he explicado, tuvo la mala suerte de toparse con el momento magia, y Alves puso la mano donde nadie la pone en un penalti prácticamente imposible de parar.
El segundo se lo paró a Gabi, Simeone decidió que no lo tirara Griezmann, pensando que cambiando de lanzador, la efectividad del ‘parapenaltis’ variaría, pero no. Gabi la tiró baja a la derecha, y ahí fue directamente Alves sin pensárselo demasiado, momento Hogwarts, nada que hacer.
Y pese a perder, Alves agrandó aún más su leyenda, paró 2 penaltis en un encuentro por primera vez en su carrera profesional, y fue el primero que lo hizo en toda la historia del Valencia. Hace unos días superaba a Zubizarreta como mejor parapenaltis de la historia de la liga, llegando a parar 17 penaltis en 39 posibles ocasiones (casi 50% de acierto), mientras que Zubizarreta necesitó 103 intentos para parar 16. Ahora ya lleva 19, y parece que no se cansa de hacer que parar un penalti parezca fácil.
Nos encantan los goles, las jugadas bonitas y el trabajo de los que juegan con los pies, que es maravilloso, pero valoremos el fútbol en general, que envuelve infinidad de cosas, entre ellas también el trabajo de los que hacen con sus manos cosas imposibles.