La cantera del Barça, ejemplo y espejo en el que reflejarse. Los tiempos cambian, las políticas respecto a la formación de futbolistas en La Masía se ven alteradas. Ya nada volverá a ser como antes, cabría pensar. Los Guardiola, Milla, Celades, Xavi, Iniesta… no volverán, jugadores formados en unos valores, en un método, irrepetibles. Especialmente si el foco se aleja del escenario ideal para moldear el prototipo, si el modelo es abandonado, dejando a un lado la fórmula del éxito.
Perfecto ejemplo de la realidad cambiante en la línea marcada por el club blaugrana es su principal filial, el Barcelona B. Un equipo cuyo objetivo primordial debería centrarse en finalizar la formación de jóvenes valores criados en la cadena de filiales, cuya trayectoria se ha visto desviada, descuidando el afán de preparación para la incorporación progresiva al primer equipo, clave en los éxitos de los tiempos dorados del club azulgrana.
El resultadismo reinante aumenta de manera progresiva y se instala incluso en conjuntos ajenos a la presión de la clasificación. No todos los filiales han perdido la perspectiva, y el Sevilla Atlético es un claro ejemplo dentro de la propia categoría de plata del fútbol español, cuyo ejemplo más reciente posee nombre y apellido: Borja Lasso. Mas el Barça B sí. El club culé no ha sido fiel a sus principios, y corre el riesgo de sufrir heridas graves como consecuencia del accidente.
No, el cambio de sentido no es reciente. Ya intentó evitar el descenso a Segunda División B a través del mercado, siendo aquello el principio del fin, además de la confirmación del descenso. Desde aquello ha llovido, pero no escampa.
Aprender del error, dejar de tropezar en la piedra colocada a la misma altura del camino. Lógica consecuencia, no detectable para todos. Dos temporadas en la categoría de bronce sin señales de corrección. Sí, el Barça B ha regresado a Segunda. Es cierto. ¿Para qué? ¿Con el objeto de formar valores en una categoría de nivel o con el de competir como si de un equipo no vinculado se tratase?
Los hechos señalan a la segunda opción. Ortolá, Nili, Galarreta, David Concha, Vitinho o ‘Choco’ Lozano. Jugadores consagrados, no formados en La Masía, que refuerzan al equipo para la presente temporada. ¿Con opciones de alcanzar el primer equipo en un futuro medianamente cercano? Tiempo habrá para comprobarlo.
En las últimas horas, se ha conocido el interés culé en firmar a José Arnáiz, joya del Real Valladolid, ejemplo de formación en el club blanquivioleta. Al jugador le seduce la oferta, es el Barça, es un grande. Puede ser una gran oportunidad. ¿Puede serlo? La proyección del extremo invita al optimismo, no así la línea marcada por el club en los últimos tiempos. A la deriva, sin planificación estable ni rumbo cierto.
Y en el trasfondo, el debate de la ‘Liga de Filiales’, con José Arnáiz como epílogo. Una vía abierta por la línea blaugrana en el mercado, que aparenta vulnerar el normal transcurso de los acontecimientos en el mismo. Pero, ¿se debe privar a los jóvenes talentos de las grandes fábricas de competir en una competición tan enriquecedora?
Una reflexión que el mundo del fútbol se puede, se debe plantear, con antelación a la toma de decisiones. Porque la Segunda División es un escenario perfecto para aprender a competir sin la presión habitual de hacerlo para un filial cuyo objetivo sea educar y formar valores para la alta competición. Para ello, se hace vital que los grandes clubes mantengan el espíritu formativo en su pura esencia.
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