La cosa empezó mal, siguió peor y terminó con alivio. Hubo lesiones, agobios, suspiros, alegrías y sudores. Se lesionó Bale en el inicio y en la segunda parte lo hizo Modric. Dos jugadores vitales para el Madrid, que pasó el apuro como buenamente pudo o supo. Solo James contó el chiste en el funeral. Hizo muchas cosas y casi todas las hizo bien. Cuando el barco parecía que se hundía frente a un Málaga, por cierto, dignísimo, el colombiano tocó el violín lo más fuerte que pudo para que no se escuchasen las olas. A las piernas del exmonegasco se encomendará más de uno para el miércoles. No descarten flores o sujetadores de encaje a su paso.
De James partió todo lo demás, fue el axioma sobre el que circularon el resto de ecuaciones. A partir de él funcionaron Cristiano y Chicharito. Es el mejor socio para jugadores como el mexicano, siempre incisivo de cara a gol, con más o menos fortuna. Su movilidad siempre encuentra hueco en la mente de James, que inventa espacios donde no los hay o abre caminos donde muchos ven fortalezas. Aunque fue Cristiano quien se inventó el centro-chut que aprovechó Sergio Ramos para poner el primer gol del partido. Fue tan discutido como legal.
El Madrid se mostró demasiado conformista con su juego, especuló demasiado, y el Málaga, o Amrabat concretamente, no tiene tiempo para yincanas. Su filosofía, que tan buenos resultados le ha dado al equipo de Javi Gracia, es tan elemental como efectiva: recuperar y plantarse en el área con pocos toques. Juanmi, Amrabat y Samu fueron pesadillas, en muchos tramos, para la defensa del Madrid.
Casi nunca dejó de tener peligro el Málaga, hasta que James decidió comenzar el baile. Dejó para la galería un gol soberbio, que contó con algunos cómplices por el camino, para sentenciar el partido. O eso creíamos, al menos. Tuvo el Málaga su gol, más que el de la honra el del merecimiento, en cabeza de Juanmi. Y a partir de ahí el equipo andaluz mostró sus virtudes, Boka se desató, y puso en aprietos a un Madrid que necesitaba ganar, por lo civil o por lo criminal, aquel partido.
Fue Cristiano, al final, quien cerró el telón del teatro. El portugués, además, se quitaba la espina del penalti fallado que provocó, quién sino, un hiperactivo James. Sobre él orbitaron las buenas ideas del Madrid, que las necesitará para el miércoles cuando las pirañas coleteen bajo los tobillos. Quizás no esté Bale, ni Modric. Pero estará James, el inmaculado, para presentar sus propuestas.