El Real Jaén agoniza. Vive horas de hastío. Su corazón late cada día más lento. Y corre el riesgo de detenerse para siempre si nadie ataja su dolencia. Ni más ni menos que una tremenda crisis económica y deportiva que le está dejando, poco a poco, sorbo a sorbo, sin respiración. La enfermedad lleva tiempo haciendo estragos, pero, ahora sí, la situación se ha tornado más que delicada. El club navega a la deriva y la cruda realidad desliza que la desaparición cada día está más cerca. Solo su gente, quien realmente entiende de una pasión casi centenaria, se ha movilizado para tratar de salvar al Real Jaén. Nadie espera nada ya de quien llevó al equipo a esta situación, pero aún existen limitadas vías para obrar el milagro. Recuerden, el Real Jaén es de todos los jienenses y su pérdida sería irreparable para una ciudad donde el fútbol un día fue de Primera División.
Mi abuelo nació en Mancha Real, un pueblo que, en la actualidad, discute la hegemonía futbolística de la provincia al mismo Real Jaén. Dedicó media vida al campo. Al cuidado y la recogida de la oliva, como tanta gente en la tierra por excelencia del ‘oro líquido’. Trabajaba a destajo, pero siempre que tenía la oportunidad iba al antiguo estadio de La Victoria. A sus 94 años, recuerda con enorme cariño como Juan Castillo, quien fuera Presidente del club a comienzos de los años 60, le recogió inesperadamente una tarde de domingo en la plaza de Mancha Real en su coche particular para llevarle al estadio de La Victoria. Nunca olvidará aquel gesto. Al ser festivo no había autobuses de línea ni camionetas que fueran a Jaén y mi abuelo buscaba cualquier manera de desplazarse hasta la capital. Juan Castillo también residía en Mancha Real. Allí también nació mi padre, pero siendo muy joven se trasladó a Madrid para buscarse la vida. Eran otros tiempos. Y en Madrid nació el que escribe. ¿Saben qué? Me emociono cuando recuerdo la primera vez que mi abuelo y mi padre me llevaron a La Victoria. A finales del siglo pasado. Con el club en Segunda División B.
De nada sirve ya pararse a pensar en la inoperancia de todas y cada una de las personas, jurídicas y físicas, que han desencadenado esta lamentable situación. Hay que mirar al frente, buscar soluciones de urgencia y ampararse en las 2.000 personas que el sábado 4 de marzo, bajo una incesante lluvia, dieron forma a una marcha que concluyó en la Plaza de Santa María. El Real Jaén merece una vida más. Tantos años de historia, tantas dosis de sacrificio, tantas generaciones que lucharon por un club al que llora Santa Catalina desde su castillo. Miremos por nuestros padres, por nuestros abuelos, por nuestros antepasados. Hace unos días descolgué el teléfono y llamé a mi abuelo: «Abuelo, ¿sabes que el Real Jaén está en una situación crítica? Que puede desaparecer…». Solo escuché un agónico silencio. Mis palabras se clavaron como espinas afiladas en su pecho. Me resisto a pensar que estamos ante el fin de un sentimiento. Los lagartos tienen ocho vidas. Luchemos. SOS Real Jaén.
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