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Ivan Robinson, el árbitro goleador

Corría una tarde cualquiera del noviembre de 1968 en Barrow-in-Furness, al noroeste de Inglaterra. Quince minutos quedaban por disputar en Holker Street entre el Barrow AFC y el Plymouth Argyle y el marcador reflejaba el 0-0 inicial. Fue entonces cuando llegó el gol que resolvería este partido de la Division Three, siendo anotado por la persona más improbable de las que se encontraban sobre el césped, el colegiado Ivan Robinson.

El equipo local había ganado un lanzamiento de córner cuya ejecución sería despejada por la defensa visitante. George McLean, delantero del Barrow, embolsó el rechace para ejecutar un potente disparo desde fuera del área que se marcharía desviado sin peligro alguno. O eso parecía hasta que el árbitro, a unos 14 metros de la portería, se entrometía en la trayectoria del balón. – «McLean dispara con fuerza. Vi que la pelota se dirigía hacia mí y trato de evitarlo», afirmó Robinson – Ciertamente, el colegiado saltó para intentar sortear el disparo pero el resultado de su maniobra fue bien distinto al engancharlo con su bota izquierda y conducirlo hacía el ángulo de la portería. El portero del Plymouth, Pat Dunne, fue engañado tras el desvío de la trayectoria, habiéndose movido para bloquear el primer tiro, quedó vencido y solo pudo asistir a cómo el balón le sobrepasaba cayendo en el fondo de la red. Barrow 1-0 Plymouth (Robinson 60’).

 

Pese a lo largo y tendido que se debatiera aquella noche en los distintos pubs ingleses, la regla era clara: ‘La pelota continúa en juego sí rebota en cualquier parte del árbitro o linier siempre que estos se encuentren dentro del terreno de juego’. Lógicamente, Ivan Robinson sabía esto así que señaló sin dudar, y muy a su pesar, el círculo central para confirmar el gol. Los jugadores del Plymouth se miraban perplejos.

El incidente provocó la reacción frenética del equipo visitante, pero el Barrow se encerró para aguantar el resultado estableciéndolo como definitivo. Con el pitido final las gradas de Holker Street se vaciaron hacia el terreno de juego y el colegiado tuvo que abandonarlo corriendo para evitar los embarazosos agradecimientos de la afición local.

Tras el partido, al Plymouth le aguardó una larga y desconsolada jornada de vuelta a casa, difícilmente aliviada por las constantes disculpas del señor Robinson y su diplomacia al conceder el gol oficialmente a McLean.

La otra cara de la moneda fue para el Barrow. Esa temporada encadenaron 18 partidos sin perder en casa que le valieron para alzarse hasta la segunda plaza de la Division Three, la posición más elevada que ha alcanzado en su larga historia, más de 100 años en los que en alguna ocasión se ha escuchado aquello de «Ivan, Ivan, give us a goal!».

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