Más allá de Francia, el rival número uno a batir en estos momentos en el fútbol mundial de selecciones; de Portugal, la todavía vigente campeona europea (precisamente las dos selecciones ante las que Italia perdió un partido por última vez, allá por el verano de 2018, de infausto recuerdo para 60 millones de italianos e italianas); y tal vez de la siempre temible Alemania, con Toni Kroos al mando en el que puede ser su último gran torneo y los chicos del Bayern como núcleo envidiable; es posible que no haya otra selección que haya registrado un recorrido a largo plazo más estable en juego y resultados que esta Italia de Roberto Mancini.
Es cierto que nada de todo ello sirve si no se refrenda luego con un buen papel en la próxima y ya inminente Eurocopa, pero solo hay tres seleccionadores italianos que, como Mancini, hayan sido capaces de registrar una racha de 15 partidos invictos en casa en sus primeros 15 encuentros disputados en territorio italiano al frente de la Nazionale: Enzo Bearzot y Marcello Lippi. Y a poquito que uno conozca la historia de la selección transalpina sabrá que esta estadística, seguramente un tanto casual y a duras penas relevante pero seguramente también bastante explicativa de la coherencia estilística y del buen funcionamiento actual de los azzurri, es totalmente inmejorable por ser quienes son los que protagonizan los dos precedentes.
Todavía quedan dos meses de fútbol por delante, y con el fútbol pasa como con los perros, cada año es el equivalente a siete años en el mundo normal, sin embargo, ahora mismo, Italia afronta la esperada y aplazada cita del gran torneo europeo de selecciones en un estado de salud, de confianza y de forma óptimos, con todas sus certezas futbolísticas y nominales perfectamente definidas y asentadas —ahora que casi ninguna otra las tiene, basta mirar a la España de Luis Enrique— y con una vitola de outsider que no hace otra cosa sino beneficiarle.
De los últimos diez choques de Italia, es decir, desde que se reactivase el fútbol de selecciones pospandemia en septiembre de 2020, los de Mancini han ganado siete, empatado tres, han marcado 21 goles y recibido tan solo dos en contra. Y ya venían justo antes de una racha de once victorias consecutivas. Italia es un equipo muy equilibrado y bastante completo, muy funcional a pesar de su estilo altamente propositivo y, además, ya tiene su once para la EURO prácticamente definido desde hace muchos meses, a excepción quizá de los laterales, la demarcación en general más floja, y donde los nombres de más nivel y mejor rendimiento en sus clubes son carrileros largos y no están acostumbrados a desenvolverse en una línea de cuatro, mucho más exigente a nivel posicional y defensivo.
El 4-3-3 de base, que se convierte en un 3-2-4-1 en ataque organizado para contar con amplitud por fuera y opciones para recibir dentro a fin de progresar por los espacios intermedios, es ley para Mancini, que ha fundamentado su ciclo en la selección sobre el juego de posición y una serenidad competitiva muy estable y regular, sobre las espaldas de sus mejores virtudes como conjunto y sobre la capacidad de su equipo para eludir sus defectos más obvios: la falta de verticalidad y de velocidad en ataques más directos y en transiciones ofensivas de largo recorrido, es decir, el tipo de juego que está más en boga en la actualidad entre la élite continental. Sin embargo, la Nazionale es un conjunto compacto, muy hecho y trabajado, que mantiene una misma línea desde hace tres años, con un aplomo y una seguridad en sí misma representada por jugadores de control, muy inteligentes con la pelota y tácticamente y con cerebros privilegiados para la toma de decisiones y la lectura de situaciones de partido como son Jorginho, Marco Verratti, Lorenzo Insigne, Nicolò Barella o Manuel Locatelli, escoltados por una mezcla de perfiles complementarios muy interesante.
El mayor peso con la posesión controlada se da por el costado izquierdo, donde confluyen normalmente Verratti e Insigne, pero es cierto que, en ocasiones, Italia puede pecar de una circulación bastante espesa y de falta de movimientos y dinamismo para mover la pelota y progresar con brío. En este sentido, la figura de un nueve que participe del juego asiduamente en forma de apoyos que hagan salir a la zaga rival (Caputo sería el perfil ideal pero es casi imposible desbancar a los consolidados Immobile y Belotti) y generen espacios que atacar desde segunda línea a la espalda resultaría fundamental y, junto al hecho de poder aumentar su ritmo asociativo, representan seguramente las dos grandes asignaturas por mejorar de esta selección, que tiene un recorrido sólido en su idea de juego, mucha seguridad para cerrar su área, una medular extremadamente dominante, una activación tras pérdida muy positiva, colmillo y retorno en el costado derecho, visión y técnica de pase en el costado izquierdo, etc.
Italia es tan dominante a través del cuero que acaba decantando la balanza por su dominio, aunque en términos de electricidad o de volumen de ocasiones y de goles no sea algo espectacular, ni seguramente lo vaya a ser. Su competitividad se basa en el control situacional de casi todo lo que sucede en el partido. Sin balón, cuenta con su defensa del área, el colchón que le proporciona su sistema mixto para defender siempre con al menos tres efectivos, su capacidad de retorno en la izquierda y su activación en la presión tras pérdida o en el pressing alto con perfiles agresivos como Barella o Federico Chiesa. Y con balón, tiene calidad, técnica de pase, fluidez, espíritu combinativo… No necesita contar con virtuosos de la salida desde atrás en defensa porque delante tiene siempre a dos organizadores de muchos quilates y, además, suele contar como puntal ahí atrás con Leonardo Bonucci, un centrocampista añadido, con un desplazamiento en largo bestial para mezclar, como hacía Rafa Márquez en aquel Barcelona de Guardiola, en busca de la diagonal hacia los Insigne, Chiesa, Berardi o el desmarque más frontal al arco del punta en situaciones de paridad contra su central marcador. Una jugada que le otorga a Italia una alternativa muy provechosa para simplificar las cosas.
En el lado fuerte con balón, como hemos dicho, tiene el puesto asegurado un Insigne que es élite absoluta en el dominio del cuero, en saber esperar al lateral, lanzarlo al desdoble o servirle un balón filtrado al desmarque interior si recibe más abierto y que es uno de los pocos jugadores italianos con capacidad para regatear en corto, desbordar hacia dentro en busca del remate exterior, el apoyo interior, la diagonal de formato individual o el envío al segundo palo. Una acción, esta última, que nadie como él tiene tan bien interiorizada y que con Chiesaatacando el segundo palo desde el lado débil, si es que el de la Juventus logra instalarse como titular en el extremo derecho, puede replicar como en los tiempos en los que un pase suyo por alto hacia José Callejón a esa misma zona era casi un gol asegurado, consolidando esa combinación como una de las armas ofensivas por explotar más prometedoras para Italia.
Dos papeles muy importantes para otorgar profundidad, imprevisibilidad, opciones por delante de la línea de la pelota, para girar al rival y hundirlo y para ganar ritmo en sus posesiones son el de Barella como ‘insertador’ hacia el área y, en la izquierda, el rol del lateral – carrilero (Leonardo Spinazzola o Emerson Palmieri son los mejor situados) y su aptitud para ir por fuera y por dentro indistintamente, tanto en conducción como atacando los espacios sin balón. Aunque Italia también es capaz de variar su registro más habitual y construir atrayendo a su rival a sus primeros metros. Y eso que Donnarumma no es precisamente ter Stegen. Pese a ello, basta un pase por abajo que conecte con Jorginho o Verratti o un envío de media distancia por encima de la primera línea de presión del adversario hacia la posición de Insigne o de Barella entre líneas para desestabilizar toda la presión del rival. Aquí, el regista arretrato que representa Bonucci es todo un experto, tanto con pase tensos rasos como con envíos por alto milimétricos. Además, la aptitud a campo abierto para sumarse por oleadas a este tipo de ataques más esporádicos pero más directos que tienen nombres como Immobile con sus caídas al costado izquierdo, los de los propios Spinazzola, Barella y Chiesa, o de revulsivos que pueden incorporarse al partido desde el banquillo como podrían ser Moise Kean, Lorenzo Pellegrini o Matteo Pessina son elementos a tener siempre en consideración para no caer en el espesor del pase horizontal en ataque estático y en la ausencia de espacios para llegar al gol.
Como vemos, Mancini ha ido sirviéndose de conceptos que están presentes en el día a día de la Serie A en otros entrenadores que también enarbolan el juego de posición, en su caso de una forma mucho más marcado y hasta cierto punto mucho más vocacional, como Roberto De Zerbi o Antonio Conte. Un reflejo del crecimiento reciente que está viviendo la máxima categoría del Calcio a nivel táctico, técnico y competitivo y también en cuanto a riqueza de ideas y atractivo en sus propuestas que van desde los ejemplos citados, pasando por el fútbol de marcas al hombre, verticalidad máxima y altísimo ritmo físico de Gian Piero Gasperini o de su pupilo Ivan Juric, hasta llegar también a la propuesta mixta del Spezia de Vincenzo Italiano.
Con su pragmatismo e intuición habituales, su total adaptación al plantel, su siempre efectiva gestión del vestuario, un sesgo futbolístico nítido pero sin extremismos que abrazó desde el primer día de su mandato a sus mejores jugadores, aquellos que tenían altas responsabilidades en grandes clubes de Europa y que casualmente se encontraban todos en el centro del campo, la esencia y el sustento de toda su idea, y siendo capaz de enarbolar a la vez la bandera de la seguridad defensiva y la del juego técnico y combinativo como si de un equilibrista se tratara, Roberto Mancini ha sido capaz de que Italia, casi cuatro años después de la debacle de Rusia y una década más tarde de la última vez en la que se había sentido con el pleno derecho de llegar a un gran torneo de selecciones como candidata, vuelva a sentirse aspirante a todo.
Imagen de cabecera: @vivo_azurro
Sevilla. Periodista | #FVCG | Calcio en @SpheraSports | @ug_football | De portero melenudo, defensa leñero, trequartista de clase y delantero canchero
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