El fútbol español tiene una nueva dupla en el escenario que acapara todas las miradas. No se pisan, se coordinan a la perfección midiendo los tiempos, y fluyen en el tapete. La conexión entre Isco y Antony flota en el aire y se palpa en el césped. Tú me asistes, yo te asisto. El brasileño le limpia la bota al mago malagueño, sabe que ese pie es un elemento preciado en el panorama balompédico. Ambos están lanzando al equipo a un mejor rendimiento y participaron de la reciente victoria en Conference League para que el Betis presentara su candidatura.
Un exquisito talento que sustenta al equipo. Arquitecto del ilusionismo. Si Isco juega, la pelota sonríe. La recupera, la pincha, la mima, la pasea por laberintos inimaginables y la pone en manos de otros para que también escriban finales felices.
Es un poco surrealista pensar que un jugador tan refinado llegó a encontrarse sin equipo. Resurgió a las órdenes de Pellegrini y volvió a encontrar su mejor versión, que solo pudo ser reprimida por las lesiones; una de ellas meses antes de la pasada Eurocopa. Su gran estado de forma, reflejado en cifras y en cada truco que acontece en el rectángulo, alimentó la posibilidad de que Isco pudiera volver a la selección casi cinco años más tarde. Pero, cuando ha llegado a la puerta de la discoteca, el portero le ha dicho que no estaba en la lista. A alguien se le debió olvidar escribir su nombre.
La pelota fue el salvavidas de Antony cuando nadaba a contracorriente. La misma le llevó hasta el Manchester United, que puso el maletín encima de la mesa de los despachos del Ajax para hacerse con sus servicios. Las expectativas pusieron un peso excesivo sobre su espalda que no pudo soportar. En el mercado de invierno fue cedido al Betis, donde ha caído de pie. Cuatro goles y cuatro asistencias en diez partidos; llegar y besar el santo. Una cifra superior a la que alcanzó en todo el curso anterior.
El Betis, con los dos pies en cuartos de la Conference League, buscará este fin de semana la quinta victoria consecutiva en Liga; sería la primera vez que ‘el ingeniero’ logra cinco triunfos seguidos. Entre todos sus ayudantes, dos jugadores que en el barrio de Heliópolis encontraron una segunda oportunidad para recuperar su autoestima, la fe, y darle luz a aquello que nunca desapareció: la ilusión de jugar al fútbol. Se miran, celebran. Ambos saben qué es sufrir y renacer. Su sonrisa, por sí sola, lo explica todo.
