Simone Biles es muy valiente. Lo es porque tuvo el valor de aislar el ruido exterior y quedarse en silencio para escuchar a su cuerpo. Lo es porque, precisamente, paró en plena competición de los Juegos Olímpicos de Tokio, cuando toda la expectación recaía sobre ella. Se detuvo aquella atleta, envuelta en un maillot que, en aquel momento, le oprimía como un corsé que aprieta hasta no dejar respirar. Pactó con su talento para detener algo que, sencillamente, no podía seguir sosteniendo. Entonces dijo algo tan sencillo como valioso: “Tengo que concentrarme en mi salud mental”.
La gimnasta estadounidense ya dio una lección en esos momentos, cuando los twisties bloquearon su mente y su cuerpo. Porque mostrar su vulnerabilidad fue otra de sus grandes virtudes. Ahora, bajo los focos de París, ha dado una más: cómo recurriendo a la ayuda y al autocuidado es posible volver a ser y encontrar una nueva versión. Porque tras una decisión de este tipo, uno nunca vuelve a ser el mismo. Por ello, ver brillar a Simone de nuevo en el potro, en la barra de equilibrio, las asimétricas o el suelo, tiene un ingrediente añadido que hace que el sabor de sus performances hayan cobrado un sentido especial.
Simone Biles estará en cinco finales de las seis a las que optaba, quedando solamente fuera de las barras asimétricas. La reina del tapiz deslumbró con una fuerza y energía única. La magia de unos movimientos que se antojan imposibles, desafían a la lógica y a las leyes de la gravedad, y que llevan su propio nombre, volvieron a hacerse presentes en un Bercy Arena que la ovacionó en plena admiración. Tras tocar fondo, es posible levantarse.
En este reset, la gimnasta más laureada de la historia, poseedora de 37 medallas entre campeonatos Mundiales y Juegos Olímpicos, es todavía más referente de lo que ya lo era. No son solo sus mágicas piruetas. En un momento en el que todas las miradas se situaban sobre ella, decidió dar el mejor salto para sí misma. Una atleta que parece de otro planeta solo pedía ser humana. Hace muchísimo tiempo que Biles ya lo ha ganado todo. No hay legado más importante que transmitir un mensaje inspirador a la sociedad: la salud mental es una prioridad. París, y el mundo, se rinde ante ella.
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