Ser futbolista profesional es para muchos una ilusión, un
sueño que pocos pueden alcanzar y aquellos que lo consiguen deben superar un
largo camino de esfuerzo y sacrificio para lograrlo. Convertirse en jugador de
élite son palabras mayores. Sin embargo, no todos poseen las mismas
herramientas para cumplir un sueño de excelsa dificultad como lo es éste.
Seguramente, Iñaki Williams, de familia humilde, dispuso dificultades en su
camino hasta alcanzar la meta. De hecho, su padre, emigrante trabajador en
Londres, tuvo que esperar hasta siete años para poder regresar a casa, junto al
resto de su familia, algo que ocurrió cuando Iñaki firmó su primer contrato
profesional con el Athletic.
Del debut de Williams con el primer equipo ya han
transcurrido algo más de tres años. Fue ante el Córdoba, el equipo cayó
derrotado y él fue sustituido en el descanso. Había estrenado titularidad ante
la baja de Aduriz, paradojas del destino, ahora sin duda su mejor aliado en el
frente de ataque de los leones. Tan sólo dos meses después, se convertía en el
primer jugador de color en marcar un gol en los hasta entonces 117 años de
historia del club. Fue en Europa League y ante el Torino. Durante todo este
tiempo, Iñaki ha ido superando metas y escribiendo su historia. Aquella en la
que se convirtió en el quinto jugador más joven en anotar con la camiseta del
Athletic en una final de Copa o en el séptimo en marcar en una temporada tanto
en la ida como en la vuelta en el derbi ante la Real Sociedad. Esa en la que
escribió su nombre como último goleador de un equipo visitante en un mítico
estadio como el Vicente Calderón.
Aunque, a buen seguro, la consecución de la que más
orgulloso y feliz se sienta Iñaki sea la de volver a tener a su padre en casa,
junto a él, junto a los suyos. Porque aunque a menudo se olvide, la personal es
la faceta más importante para todos. En esa consiguió su mayor victoria, aunque
como futbolista su progresión es incansable.
Tras un inicio de temporada dubitativo, el Athletic encadena
ahora 10 encuentros sin conocer la derrota, encontrando cierta regularidad pese
a que siete de esos encuentros acabaron en empate. Y en dicha mejoría es
fundamental la madurez de la pantera. Con sólo 23 años, Iñaki Williams se ha
convertido en uno de los jugadores más importantes de su equipo y del
campeonato, lo que despertó ya en verano el interés de varios equipos,
especialmente británicos. El jugador, formado en las categorías inferiores
compartiendo crecimiento junto a futbolistas como Yeray o Kepa, lo tuvo claro
entonces: “Estoy donde quiero estar, más que compañeros tengo amigos”. Una muestra
más del carácter y humildad de un futbolista que ha madurado progresivamente
hasta llegar a convertirse en pieza angular del proyecto y aspirante a
encontrar un sitio en un futuro no muy lejano en el combinado nacional. Un
futbolista vertical, veloz, atrevido y asociativo al que muchas veces se le ha
achacado una falta de gol que paulatinamente va adquiriendo, probablemente como
consecuencia de la madurez de un futbolista llamado al éxito que alcanzó su
sueño como fruto de la constancia.
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