Ilusión: Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo. Quizás esa palabra, la que encabeza este texto, no sea la más indicada porque el Arsenal ya no solo vive con términos de vendedores de seguros. Esta escuadra es un presente de indicativo, es el ahora. Al protagonista de esta historia, a Mikel Arteta, le sobra optimismo, ánimo, confianza o cualquier cosa que encontremos en el diccionario de sinónimos y antónimos. Su equipo no solo juega como los ángeles: también ha empezado a ganar cuando todavía no se lo esperaba. Si José Mourinho decía que había que ser una banda de cabrones para ganar partidos y campeonatos, al técnico español le ha sobrado con creer en un estilo que, en medio año, ya le ha dado dos títulos. Eso tiene mucho mérito.
La entidad gunner no ha sido la más triunfal en los últimos lustros. Se han sucedido algunas humillaciones lejos de las expectativas de uno de los mejores clubes de Inglaterra. El Arsenal parecía un club casi maldito, fiel reflejo de que el balompié, como la propia vida, tiene historias cíclicas. Un día eres grande; el otro ya no tanto. Arteta, que forjó una carrera como futbolista repleta de finuras, pero escasa de trofeos, aterrizó ante una plantilla que necesitaba justo lo que le dotó el español: una fantasía. Desde sus primeros choques se percibió al equipo mucho más metido, más preparado para hacer lo que les exige el que les dirige. Su juego de posición es altamente complejo, con salidas de balón que obligan a poseer una extrema capacidad técnica a sus jugadores que, por cierto, casi no han cambiado. Sí, el vasco ha demandado a la directiva que se tocaran la chequera, pero tampoco esta ha sido una revolución manchada con el verde del dinero; ahora que está de moda criticar a los que gastan.
Su 3-4-3 es apasionante. La línea defensiva, plagada en muchas ocasiones de centrales que realmente son laterales y de carrileros que son extremos, ha mejorado gracias a ese esquema que les da cobijo. David Luiz, uno de los más señalados, tiene ahora la posibilidad de anticipar y de poder coger la mochila para ir al ataque en alguna ocasión. Más allá de ello, también ha conseguido adaptar a sus dos puntales en el ataque: la dupla Aubameyang-Lacazette. Básicamente, en algunos momentos el francés tuvo que estar en el banquillo. Con esta disposición ambas estrellas pueden conjuntarse por un mismo objetivo: hacer goles. Y suena muy bien porque el gabonés, tirado a una banda, no está tan obligado a defender. Además, puede hacer sus famosas diagonales para pegarle con pierna derecha.
En el otro lado hay un tal Willian que, pese a la edad, tiene mucho balompié en sus botas y que ha catapultado hasta la excelencia las buenas opciones ofensivas que ya poseían el curso pasado. Gabriel Martinelli o Bukayo Saka, entre otros, ahora esperan en un banquillo de garantías que ha supuesto que el Arsenal ya no solo sea ese cuadro ilusionante que acaba cayendo en las últimas instancias. Ya tocan metales. Ahora el objetivo es volver a estar entre los cuatro mejores para sentarse junto a la aristocracia europea. Un proyecto como este solo se puede sustentar con la música de la Champions League los martes y los miércoles. A por ello van muy deprisa y con la letra preciosa de un técnico novato pero estimulante. Ojo con Arteta y su Arsenal.
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