El 2 de mayo de 2009, el Madrid se encontraba cuatro puntos por debajo del Barça en la clasificación. Los blancos recibían a los blaugrana con la esperanza de quedarse a un punto y soñar con una remontada como la de dos años atrás, con Capello en el banquillo. El resultado fue un 2-6, una goleada histórica, que llenó de silencio las gargantas de los aficionados blancos y fue el despegue definitivo del Barça de Guardiola.
Ahí comenzó una etapa de sufrimiento, de ver cómo el eterno rival acumulaba títulos y la admiración de todo el universo futbolístico. Si te gusta el fútbol, no podía no maravillarte ese equipo de leyenda. El Madrid se gastó 300 millones para no lograr nada con Pellegrini. Recurrió a Mourinho y el incendio creado por el portugués acabó arrasando a Guardiola, pero también (o quizás más) al propio Madrid.
A pesar de las Champions de 2014 con Ancelotti y de 2016 con Zidane, no se veía una superioridad en el juego por parte de los blancos. Hasta el último tramo de la temporada pasada, cuando comandado por un gran Isco y rematado por un certero Cristiano, el Madrid ganó el doblete convenciendo de verdad. El 4-1 a la Juve fue el símbolo del inicio del gran Madrid de Zidane.
La pretemporada sembró dudas, pero se han apedreado con dos títulos en los que el Madrid ha sido claramente superior a United y a Barça, con ratos de un fútbol exquisito y vistoso. La presión alta, el juego a un toque, la velocidad de circulación del balón, la pegada… Por momentos, la máquina blanca dibujaba sonrisas por la belleza de su juego. Y sólo estamos a mediados de agosto.
Hay mimbres para marcar una era, con tres Champions en cuatro años como prólogo. Por eso, el madridismo haría mejor en disfrutar del balón y no gastar energías en los silbatos. Ya es suficiente debate elegir qué once debe salir en cada partido. Desde aquí mi voto: Asensio y diez más.
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