En esta octava jornada de La Liga repasamos la confirmación de Pione Sisto, el resurgir del Valencia y los registros de Cédric Bakambú.
El salto de Pione Sisto. Tiene 22 años, costó seis millones y llegó procedente del Midtjylland, donde despuntó desde el mismísimo filial. Aunque es danés (y luchará con Dinamarca por estar en el Mundial en la repesca europea), nació en Kampala, Uganda, por accidente, mientras sus padres huían del horror de la guerra civil en Sudán.
Hoy vive en Vigo, lleno de paz, y convertido en un ídolo para la afición del Celta. De ganar la Liga danesa, a destrozar al Manchester United en Europa. De tumbar al Barça de Luis Enrique en Balaídos, a meter al club vigués en unas semifinales de Europa League. Desconocido para el público general, llegó como sustituto de Nolito, pero sus habilidades y determinación en metros finales le auguran un futuro todavía mayor. Sus dos asistencias en Gran Canaria le colocan, junto a Andrés Guardado, en el máximo asistente de la Liga. Velocidad, desequilibrio y una compenetración cada vez mayor con Iago Aspas. El ataque de Unzué (18 goles en ocho jornadas), de momento, hace olvidar los desastres en defensa. Sisto tiene gran parte de culpa.
Tiempos de Benítez. ¿Se acuerdan del último gran Valencia? ¿Aquel que ganó Liga y Copa de la UEFA en un año histórico? A estas alturas, en la jornada ocho, ese equipo marchaba segundo en la tabla con 19 puntos, solo dos menos que el Superdépor. 14 años después, el conjunto che, entrenado por Marcelino, es segundo con cuatro puntos menos que el Barça.
Los contextos son muy distintos. El Valencia de Rafa Benítez era ya un equipo consolidado, plagado de futbolistas internacionales, que había sido campeón de Liga solo dos años antes. El de Marcelino es un conjunto rodeado de caras nuevas y viejas, que todavía recuerdan dos temporadas de penurias, rozando el descenso y sufriendo ridículo tras ridículo. El lavado de imagen, la transformación, es tan colosal, que parece casi un milagro. No es casualidad: Marcelino resucitó a un Villarreal condenado a pasar otro año en Segunda y le metió en Champions y en unas semifinales de Europa League. Con Recreativo y Racing firmó hazañas. En Zaragoza logró el primero de sus tres ascensos. Solo en Sevilla, un club de peldaño superior, tuvo una mancha. Pero en Valencia se la está limpiando a base de trabajo, devolviendo la gloria al murciélago. Algunos hablan de luchar por el título. Pocas veces se ha visto a un Valencia capaz de marcar 21 goles en ocho partidos.
Bakambú, el elegido. Ha tenido el Villarreal grandes delanteros a lo largo de su preciosa y corta historia en Primera División. Forlán, Rossi, Nilmar, Gio, Vietto, Tomasson, Nihat, Llorente, Anderson, Jose Mari… Todos hicieron goles e hicieron más grande al equipo de Castellón, sobre todo Giuseppe, el máximo goleador del club con 82 goles en 191 partidos.
Sin embargo, ninguno de ellos firmó los números de Cédric Bakambú en este inicio de Liga: Siete en las ocho primeras jornadas, seis de ellos de manera consecutiva, hito del que se quedaron lejos Craioveanu, Nilmar, Marco Ruben y el propio Rossi (4). Sus 41 goles en 93 partidos le sitúan a solo cuatro del podio de mayores goleadores del club, donde descansa Juan Román Riquelme en tercera posición. En su primer año, sin sufrir lesiones, hizo 22 en 51. La Copa África y una lesión en el muslo le privaron de un regularidad que iba en aumento y que se ha confirmado esta temporada. El congoleño lleva una media que serviría para destronar al mismísimo Diego Forlán, máximo anotador en una temporada completa con 25 goles que le valieron para ser Bota de Oro. Si sigue así, puede situarse en lo más alto en un terreno difícil de escalar.
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