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Heridas recientes que deja el fútbol mexicano

Guillermo Martínez | El dolor es una constante que aparece en los momentos de mayor fragilidad. Es el sentimiento que te dobla las rodillas y te ubica en tu sitio cuando menos lo esperas. Existen males que son físicos y otros que dejan su rúbrica en el alma. No hay suplicio chico ni grande, simplemente hay daños que dejan una huella más profunda que otros.

Hay personas que mantenemos el umbral del dolor en un punto medio; sin embargo, existen valientes a los cuales la intempestiva del desconsuelo no les aqueja ni les conmueve. Hay angustias que hacen retumbar gritos desesperados y otras que estallan en lágrimas de impotencia.

¿Pero qué nos tortura? Duele caer, el castigo, la carencia, la imposición, la traición, el desamor, el error, la mentira, la distancia, la agonía, el desprecio y la desdicha.

Cada sufrimiento es acompañado de una marca que prevalecerá según el impacto y profundidad de la dolencia. Hay cortes que sanan con facilidad y otros que jamás cicatrizan. Todos estamos llenos de marcas, todos hemos sufrido. Romper una relación de amor o amistad seguro que aflige y llena de tristeza pero, perder una batalla contra tu archirrival llena de coraje y frustración que pocos lo logramos entender.

No propongo que ver al enemigo salir sonriente después de vencerte en una batalla se compare con terminar un amorío, solo expongo que el tormento que se siente tras luchar y no prosperar a costa de tu contrincante provoca una sensación de rabia incomparable. Ganar o no hacerlo es parte del juego pero cuando sabes que pudiste hacer más que tu oponente duele el doble.

Tigres y Chivas han sufrido dolorosas derrotas en los últimos días antes sus antagonistas, y perdieron jugando mejor a la pelota y siendo superiores por grandes lapsos de los 90 minutos. Así es el fútbol. Es el caprichoso destino que se disfraza de balón y rueda sin dirección aparente durante una hora y 30 minutos.

En ocasiones la redonda se rebela ante quien quiere poseerla con mayor devoción y sucumbe frente al engañoso rechazo de quién sólo contempla su andar.

Tigres y Chivas pudieron ganar pero fueron Rayados y América quienes, tal vez sin buscarlo tanto, llenaron los músculos de pena y agobio de millones de seguidores auriazules y rojiblancos que tuvieron que sufrir “la muerte en vida” de perder un Clásico ante el más odiado adversario. Las lesiones no matan pero prevalecen y quizás pasen 24 semanas más para que “La U” y el “Rebaño” venguen sus respectivas derrotas y así sanar sus amplias heridas.

Monterrey, 1989. Si dirigiera, formaría un 4-2-3-1. En el norte de México, siempre Tigres; en el norte de Londres, Arsenal.

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