Soy de una generación de periodistas muy especial: acabábamos de sufrir una crisis económica extrema, pero nos lanzamos a las facultades de periodismo con la ilusión por las nubes. No nos importó, por supuesto, las amenazas de los adultos. “No vas a ganar dinero en esa profesión”, aseguraban. Da igual. Nosotros, muy campanudos, pensamos que íbamos a cambiar este bello oficio y, en consecuencia, el mundo. El Chiringuito seguía ganando seguidores gracias a las guerras entre FC Barcelona y Real Madrid. ¿Por qué? Porque muchos aficionados se veían representados en el plató. Tú podrías ser Roncero.
El maniqueísmo era extremo. Muchos creíamos que lo importante no era si el colegiado señalaba penalti o no, sino que alabábamos a los que intentaban analizar lo que ocurría en el verde. O, por ejemplo, a los que daban noticias con honor.
Hoy es necesario elogiar a los compañeros que han sacado la información del FC Barcelona. Estamos hablando de una investigación judicial que necesita tiempo, pero es una de esas noticias que demuestran muchas cosas. Por ejemplo, si me permiten el oxímoron, el del silencio ensordecedor de algunos medios que no consideran importante el escándalo que tenemos entre manos. Quien calla otorga.
Algunos periodistas que han decidido denunciar los supuestos actos han perdido seguidores. ¡Malditos escribidores! Si algo me dice la experiencia es que no hay democracias perfectas. Para que una sociedad libre prospere es necesario dudar siempre de los máximos mandatarios. Esperemos que se llegue al fondo del asunto y que se apliquen las sanciones necesarias a los culpables. No deberíamos permitir que en nuestro fútbol, una de las cosas que iluminan nuestras vidas, se pase por alto una supuesta ilegalidad por una palabra mágica: prescrito. No son tiempos sencillos para los amantes del fútbol.
Imagen de cabecera: @FCBarcelona