¿Futbolistas? Los hay con un abrumador nivel técnico y otros son icónicos por una envidiable capacidad de liderazgo. Tenemos a los que atesoran un disparo letal y quirúrgico, o los que entre sus credenciales cuentan con una privilegiada visión de juego. Son muchos los jugadores voraces con grandes cifras goleadoras, y otros se especializan en dar asistencias pues hacen de la generosidad su leitmotiv. Algunos destacan por su clarividencia en la toma de decisiones y descifrar los siempre complicados códigos de un partido. Futbolistas hay muchos y buenos, sí, pero sólo hay tres o cuatro en todo el mundo que reúnan todas estas virtudes en la misma persona. Uno de ellos a mi entender es Kevin De Bruyne, y si hasta ayer no eras consciente de ello es porque seguramente las lesiones han lastrado su realidad: es el futbolista total.
Kevin De Bruyne es un elegido. Un jugador excelso capaz de dinamitar un partido si se lo propone. El belga de 28 años y rostro aniñado capitaneó la histórica victoria del Manchester City en el Santiago Bernabéu, al igual que lideró a Bélgica a un tercer puesto memorable en el último Mundial de Rusia.
Kevin es especial. Es el beso de tu hija al llegar a casa, es el primer sorbo a una cerveza bien fría. El fútbol del belga es la caricia de la persona que te gusta, el ‘te quiero’ sincero de alguien que te necesita. Kevin es la verdad en tiempos de mentiras. Luz entre tinieblas. Es música, buena música. Kevin es camaleónico, impredecible e indetectable. Igual se eleva sobre los otros veintiún futbolistas como si fuera un cisne de los muchos que frecuentan los canales de su Gante natal, que pocos minutos después se desata como el león enfurecido que da brillo al escudo de su país.
Kevin es ancla, faro, vela o motor. Es la situación de partido la que determinará qué rol debe adoptar por el bien de su equipo. Pies de funambulista y cabeza de ingeniero informático. Siempre en el alambre, siempre procesando. Un lujo, un exceso, un abuso.
Kevin es un prestidigitador del espacio – tiempo. Es pausa y es aceleración. Su lectura de juego nos indica que estamos ante un superdotado. Es guía, soldado, capitán y referente. Muchos futbolistas de gran nivel técnico adolecen de falta de carácter, no es este su caso, pues le sobran galones y experiencia para ordenar y dirigir. Y es que la capitanía en el Santiago Bernabéu no se obtiene solo a base de regates y pases, necesitas algo más, mucho más.
Dejando a Messi a un lado, y siempre que esté en plenitud física, Kevin es seguramente el futbolista más completo del panorama balompédico actual. Kevin es tal vez ese Andrés Iniesta que busca el Barça para volver a enamorar. Kevin es probablemente ese nuevo Luka Modric que necesita el Real Madrid para reinar de nuevo. Kevin podría ser la figura clave que le faltaría al PSG para tener licencia real para soñar. Y es que Kevin es la cotizada pieza que completaría el puzzle de muchos.
¿Qué queréis que os diga? No soy objetivo ni pretendo serlo. Para mi Kevin es la novia de la boda. El refugio en la tormenta, la tregua en la batalla. Kevin es la parte y es el todo, es la luz. Kevin es lírica en tiempos de prosa. Es ángel y es demonio. En definitiva, Kevin es el jugador que siempre quise ser.
NOTA
Tenemos que hablar de Kevin (2011) —en inglés: «We need to talk about Kevin»— es una película británico-americana adaptada y dirigida por Lynne Ramsay sobre la novela que lleva el mismo nombre de la autora estadounidense Lionel Shriver. Un largo proceso de desarrollo y financiación comenzó en 2005 y el rodaje terminó finalmente en abril de 2010.
Tilda Swinton interpreta a la madre de Kevin, luchando para llegar a un acuerdo con su hijo y los asesinatos que ha cometido. La película se estrenó en el Festival de Cannes 2011 y fue lanzada en el Reino Unido el 21 de octubre de 2011.
Fuente: Wikipedia
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