Un Tour de Flandes para el recuerdo. Por la vuelta del Muur, por la emoción, por el espectáculo, por esos 100 últimos kilómetros que repasar una y otra vez durante el año, porque la mayoría de las últimas ediciones habían dejado un regusto agridulce. Y por Philippe Gilbert.
Al mejor ciclista valón de los últimos 25 años se le veía en este 2017 con un carisma especial, con un hambre canina, con una ambición que no se había visto en Gilbert en los dos últimos años, en los que anduvo lejos de su mejor versión.
Cerca de cumplir los 35 años, Gilbert recaló este invierno en la estructura del Quick-Step, equipo flandrien por excelencia pero que desde el 2012 estelar de Tom Boonen solo había ganado una gran carrera de pavés, con Terpstra en Roubaix 2014.
En el dream team de las piedras, Gilbert ha venido actuando como electrón libre: atacando, dando la cara, codeándose con los mejores en el adoquín, donde llevaba más de un lustro sin aparecer como protagonista: 2º en Dwars door Vlaanderen tras su compañero Lampaert; 2º en Harelbeke superado al sprint por Van Avermaet -ganador también de Omloop y Gent-Wevelgem- y campeón de los Tres Días de La Panne tras su gran victoria en la primera etapa.
En De Ronde, Philippe Gilbert, con el precioso maillot tricolor de campeón belga, dio una exhibición de las que solo parecían capaces Tom Boonen por carisma y Cancellara por fuerza. 55 kilómetros en solitario tras su aceleración en Oude-Kwaremont, sufriendo hasta el final, levantando la bicicleta al final, exhausto pero campeón. ¿Hubiera llegado si no se hubiera caído torpemente Sagan con Van Avermaet y Naessen? No importa.
Gilbert ha sido el gran dominador de los muros y de las Árdenas durante la última década. Boonen lo ha sido en el adoquín. Ahora compañeros, en el último año de Tommeke, el valón homenajeó al flamenco de la mejor manera. De hecho, fue Boonen quien rompió la carrera en el Kappelmuur. Luego, se despidió de la peor manera con un problema mecánico en su cota fetiche, Taaienberg. Homenajeado por un público que le adora, le queda el último intento de conseguir una histórica quinta piedra en Roubaix.
Volviendo a Gilbert, el valón atesora ahora un palmarés que todavía da más brillo a su carrera: campeón del mundo de Valkenburg 2012; tres veces campeón de la Amstel -en su querido Cauberg, donde nadie es capaz de seguirle-; otra en Lieja, dos en Lombardía y ahora Flandes. No obstante, el sueño de conseguir los cinco Monumentos parece irrealizable: no correrá la próxima Roubaix y Sanremo se le escapó en aquel glorioso 2011. Solo tres hombres en la historia –Merckx, De Vlaeminck y Van Looy– lo han conseguido.
Un valón triunfador también en Flandes. La hazaña de Gilbert sirvió también para recordar a Claude Criquelion, estrella de las clásicas de los ’80 y último ciclista de Valonia capaz de ganar el Tour de Flandes. Dos años después de su triste fallecimiento, su recuerdo revivió gracias a esta gesta. Ahora, Criquelion puede hacerle un hueco a Gilbert en el olimpo de la historia del ciclismo.