19 de noviembre de 1995. Prolegómenos de un Parma-Milan. Un tipo de 17 años que respondía al nombre GianluigiBuffon se dirige hacia su compañero Alessandro Melli y le dice: “Ciccio, espero que le piten un penalti al Milan, así lo paro”. Una frase, poco antes de su debut en Serie A, que define a la perfección al que desde entonces se ha convertido en el mejor portero de las dos últimas décadas.
Confianza. Fiabilidad. Seguridad. Entonces el Parma, ahora hundido en las categorías inferiores del Calcio, era uno de los mejores equipos de Europa, ampliamente laureado en los años ’90 tanto en Italia como en las competiciones continentales. Pese a ello, a Nevio Scala no le tembló el pulso a la hora de colocar al bisoño Buffon en la portería. “¿Estarías preparado si te hiciera jugar mañana?”, le preguntó con una sonrisa sarcástica. “Claro míster. Si no, ¿qué estoy haciendo aquí?”.
Enfrente el Milan de los invencibles de Fabio Capello, de Maldini, Baresi, Costacurta, Albertini, Desailly, Baggio, Weah, Boban… No importaba. Buffon fue uno de los más destacados del partido, que terminó empatado sin goles.
Gigi disputó ocho partidos más esa temporada. Y a partir de allí, la leyenda. Jugó cinco temporadas más en el Parma, ganando una Copa UEFA, una Coppa Italia y una Supercoppa. Luego la Juventus pagó unos 55 millones por él en 2001 y allí se convirtió en el gran capitano y símbolo del equipo bianconero: seis Scudetti (más dos revocados), otra Coppa Italia… todavía queda la espina de la Champions League, después de la final perdido contra el Barcelona. Y por supuesto, el triunfo campeonato del mundo en Berlín.
Ahora, dos décadas después, ya cerca de cumplir 38 años, Buffon sigue siendo indiscutible en la Juventus en la selección italiana. Ambos conjuntos tendrán complicado sustituir a una figura de su calado dentro y fuera del campo. Pero de momento, 20 años después de esa tarde en el Tardini, Buffon sigue siendo un seguro bajo palos.