Hay binomios que gustan. Hay dúos que, ya de entrada, suenan muy pero que muy bien. Mientras escribo sobre Bale y Ramsey, en este querido Word que me acepta apellidos, dejando lejos esas versiones en las que se rasgaba las vestiduras con los nombres propios, la inspiración aparece. En el campo, en cuanto levantan la cabeza, se encuentran casi sin buscarse. Y eso que, ante Turquía, el todavía futbolista del Real Madrid se disfrazó de mediapunta organizador para lanzar contraataques. La parejita cambió los papeles en Bakú. Y Gales, así, ya está tocando prácticamente los octavos de final.
Teníamos que elegir quién debía de ser el MVP. Y no era nada fácil. El de la Juventus tiró desmarques sin cesar, rompiendo a una defensa que todavía está buscando al centrocampista que estuvo siendo alimentado por Bale toda la tarde, el otro favorito para ganar el premio. Aunque, esta vez, hay que romper una lanza por esos delanteros de casi dos metros que a veces no se llevan los adjetivos más rimbombantes. Podría, realmente, cuajarse una reunión de arietes tanques de todo el mundo para que ellos mismos se hermanen: una convención en la que se juntaran esos delanteros que oxigenan el juego siendo personificaciones de Robinson Crusoe. Los que te dan la vida sin tener nada; con todo el equipo encerrado. Como pedir auxilio con una carta en una isla ignota y que muy pronto aparezcan los helicópteros.
En esa congregación habría varios nombres propios de esta primera semana de Eurocopa. Uno de ellos es Kieffer Moore: el típico jugador humilde que protagoniza miles de narraciones por no ser conocido por el gran público. Dicen que para ganar dinero, en el inicio de su carrera, tuvo que hacer de socorrista. Si alguien me dice que pescaba truchas en la Isla Perejil también me lo creo. El del Cardiff City enloqueció a la defensa todo el encuentro, reclamando la atención de los dos centrales y del centrocampista defensivo de los turcos. Para que los demás, como suelen hacer estos delanteros, triunfen a su costa.
Me hicieron grabar una previa sobre el cuadro de Robert Page antes de la Eurocopa. Mi conclusión, viendo el grupo, fue que esta selección no iba a pasar la fase de grupos. En dos jornadas ya es virtualmente equipo de octavos de final. Bale vuelve a ser el de 2016 y los demás, en este mejunje entre juventud y experiencia, alimentan las narraciones de una selección que ha pasado por un proceso traumático. De perder a Ryan Giggs, su mayor leyenda, a colarse en una fiesta en la que no estaban invitados. Que le quiten la ilusión a ese seleccionador que muy pronto dejará de ser interino. A ver dónde pueden llegar.
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