Hace unas semanas, el delantero italiano Fabio Quagliarella sorprendía a todos con unas desgarradoras declaraciones donde explicaba el acoso recibido durante su etapa en el Nápoles y que aclaraba su posterior venta a la Juventus: “Sufrí acoso durante cinco años y duele. Empezaron a llegar cientos de cartas con fotos de chicas desnudas, amenazas, me relacionaron con droga, con la mafia, con la pederastia y con el amaño de partidos. Decían que iban a matar a mi hijo, que nuestro edificio iba a explotar. Incluso nos hicieron encontrar un ataúd con su foto”. Un policía, Raffaele Piccolo, fue el culpable del calvario sufrido por el bueno de Fabio.
Pero el caso del internacional italiano no es el único, ni mucho menos. El fútbol es así. Cuenta con una parte oscura que pocos conocen. La vida de los futbolistas, aunque normalmente esta llena de lujos y sin grandes preocupaciones, se puede tornar insostenible por un simple error o un traspaso no deseado.
Hace no mucho, el jugador del Real Madrid, James Rodriguez, recibió una amenaza de muerte por la red social Twitter. El futbolista, que se había perdido un partido de la selección colombiana, recibió toda serie de insultos y vejaciones. En la imagen se veía una pistola, varias balas y un texto con su nombre. Otro colombiano, Giovanni Moreno, también sufrió duras amenazas en el año 2012. Un hincha de su propio equipo, Racing Club, le mandó un mensaje que decía: “Te vamos a pegar un tiro en la rodilla si no abandonas el equipo”. Incluso una de las leyendas del fútbol colombiano, Faustino Asprilla, tuvo que huir durante unos meses por culpa de los mensajes e intimidación recibidas.
James Rodríguez recibió amenazas por Twitter tras no jugar un partido con Colombia | Denis Doyle/Getty Images
Seguramente el caso más conocido sea el de Andrés Escobar. El defensa colombiano marcó un gol en propia puerta en el Mundial de 1994, lo que provocó la eliminación de su selección. En su país esta jugada no fue bien recibida, culpando al jugador personalmente de la desgracia de su equipo. Tras recibir brutales amenazas, el 2 de julio de ese mismo año, fue asesinado.
Otro jugador que no tuvo una vida fácil es el portero hondureño John Bodden. En 2012, cuando jugaba en su país, sufrió un disparo que le llevó a ser hospitalizado. Años más tarde, en su nueva etapa en Paraguay, tuvo que dejar la región por las amenazas recibidas tras un partido del Torneo Clausura.
En Europa también tenemos varios casos. Joey Barton, en 2014, cuando jugaba en el Olympique de Marsella, publicó en su cuenta de Twitter una carta donde le amenazaban con pegarle si no dejaba el equipo. Muhammad Ali Khan, jugador del Halmstads BK sueco, anotó un gol en propia puerta que le costó el descenso a segunda división a su equipo. Tuvo que dejar el país.
Carlos Sánchez, por disputar un partido con Uruguay en vez de con su club; Héctor Moreno, cuando lesionó a Luke Shaw en 2015; Camilo Zúñiga, tras la lesión de Neymar en el Mundial de Brasil; Soner Ertek, por provocar la lesión de Falcao que le obligó a perderse el Mundial; Gabriel Paulista, tras lesionar en un entrenamiento a Jack Wilshere; Jorge Enríquez, Víctor Aquino o Paul Dummett, son solo algunos ejemplos de una de las partes más sombrías del mundo del fútbol.