Hace apenas unas horas veía la luz un estudio en el que se asegura que el amor por el fútbol es muy similar al amor romántico, pero a mi no me hacía falta esa confirmación. Porque sí, yo estoy enamorada de mi equipo desde que tenía apenas uso de razón, y no necesitaba que nadie estuviese tres años analizando los comportamientos de diferentes hinchas portugueses. Aunque reconozco que me ha hecho reflexionar a cerca de la importancia de unos colores.
Si pienso de manera objetiva, la definición de fútbol es clara: 22 jugadores corriendo detrás de un balón con el fin último de hacer que ese esférico atraviese la línea de una portería sujetada por tres palos. Pero… ¿Y todo lo que hay detrás? ¿Qué hago con ese sentimiento que empezó a construirme mi padre cuando apenas tenía unas horas de vida? Es algo que llevas dentro de ti, que te completa como persona. Y lo digo con la mayor sinceridad de la que soy capaz a expresar.
Cómo olvidar los primeros himnos alzando tu bufanda al viento con apenas 3 años: jamás podré explicar con palabras ese sentimiento cuando mi padre me llevó al campo por primera vez. Y dudo que alguien sea capaz de explicarlo algún día. O todos aquellos momentos en los que veías como los objetivos de tu equipo se desvanecían, al igual que tus ilusiones. Porque tu equipo eres tú, y tú, eres tu equipo. Y nunca permitas que nadie te diga lo contrario.
Jamás sentirás nada parecido al éxtasis que produce un gol importante. Un gol que ansias, que deseas tanto que lo necesitas para seguir adelante. Sin él, todo se irá diluyendo poco a poco, y la tensión en ese momento sólo puede romperse con tres letras unidas, con la única palabra que puede hacer llorar de alegría, y también de tristeza: gol.
Precisamente por eso me da pena que haya gente que no sólo no valore este sentimiento, si no que además se burle de él. Siento lástima por ellos porque nunca podrán sentir esas mariposas previas a un partido, ese temblor en las piernas cuando salta tu equipo al verde; esa felicidad de un gol marcado, o de una victoria conseguida. Ese momento en el que todo el estadio, que ya consideras tu casa, se une en una sola voz sólo para alentar a las 11 personas que se deben dejar la vida por los colores que tú tanto adoras.
Incluso reconozco que siento que no puedan sentir la decepción de un partido perdido, o de un gol encajado. Ese momento en el que sientes tanta impotencia que las lágrimas saltan solas y no sabes qué hacer, porque tú, en realidad, lo único que puedes hacer es dejarte la garganta y el alma por alentar a esos jugadores que portan ‘tu’ escudo en el pecho. Y a veces nada es suficiente, porque esa pelota a la que tanto amamos los aficionados a este precioso deporte, a veces, se niega a ayudar. Pero no importa, porque a pesar de estar enfadado, triste, o alicaído, una semana después estarás ahí, al pie del cañón, dejándote la voz en cada jugada, en cada canción.
Porque sí, estás enamorado de tu equipo, y nunca, nada ni nadie podrán borrar eso que sientes cada vez que ves el balón rodando en tu estadio, ese lugar donde, durante 90 minutos, te conviertes en familia de todas y cada una de las personas que comparten tus mismos colores.
Fútbol, sólo me queda darte las gracias: gracias por completarme como persona, y gracias por darme muchos de los grandes momentos de mi vida. Qué suerte tenerte.