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Personal e intransferible

Fútbol, ese líquido elemento

Decía Julio Cortázar que «el azar hace muy bien las cosas», mucho mejor que la lógica, así podría escenificar mi llegada a Asía. Aterricé en Tashkent -la capital uzbeka- con un bagaje de vida y una experiencia futbolística pronunciada, iba a ser el sexto país en el que iba a jugar. Podía atisbar más o menos lo que me iba a encontrar, pero la realidad distó mucho de lo que pude imaginar. Sabía que Rivaldo, Zico y Scolari habían estado años atrás en el Bunyodkor, había leído que Héctor Cúper era el seleccionador nacional, también era conocedor de que iba a un club importante (Lokomotiv Tashkent), un asiduo de la Champions Asiática, una liga con cierto pedigrí en Asia. Y que, además, mi entrenador fue el asistente de Rúben Amorim en su etapa en el Sporting De Braga. La cosa pintaba bien, no necesitaba más argumentos.

Lo cierto es que más que por el fútbol (que bien merece un capítulo aparte), recuerdo Uzbekistán por las innumerables lecciones de vida que me impartió de forma constante. Nos separan nimiedades, pensé al cabo de unos meses. La esencia, la condición humana es la misma sin importar la cultura, la propaganda, la religión o la ideología. Me di cuenta de que nos unen muchas más cosas de las que nos separan; unos comemos con la mano, otros con palillos, otros con cuchara y otros con cuchillo y tenedor. El objetivo es alimentarse, lo otro son naderías.

Recuerdo intentar comunicarme en un ruso ininteligible y recibir una sonrisa amable como contraprestación. Me di cuenta de que todos sonreímos en el mismo idioma, que el primer paso para equivocarse es juzgar y que todos agradecemos un abrazo en momentos de flaqueza. Recuerdo vivir situaciones insólitas como hacer un sacrificio para revertir una mala dinámica, que por cierto dio resultado. Recuerdo hacer 16 horas de tren para jugar en la frontera con Afganistán, en Termez. Recuerdo que ese día pensé haber visto mi primera cárcel en el país y resultó ser el hotel donde nos hospedamos, un auténtico búnker. Conocí un país de cuento, con ciudades cargadas de historia y belleza como Bujara, Jiva y Samarkanda, las cuales tuvieron un papel fundamental en la famosa ruta de la seda. Pude apreciar lo poco que queda del Mar de Aral. La experiencia fue muy efímera ya que hubo problemas económicos y decidimos poner punto y final. Uzbekistán por aquel entonces era un gran desconocido para muchos dentro y fuera del verde. Un servidor al ver tanto talento alrededor predijo que jugaría su primer mundial pronto, y lo cierto es que ese día está al caer.

En Tailandia conseguí todo lo que nunca jamás llegué a imaginar; mi sueño siempre fue ser futbolista. Esa aspiración ya me parecía algo inverosímil, y es que la estadística no engaña, pero estaba dispuesto a pagar el precio para serlo, tenía muy claro que me iba a vaciar en el intento. Después de muchísimo pico y pala, surgió la oportunidad de llegar a uno de los clubes más importantes, si no el más potente del Sudeste Asiático, Buriram United. Allí gané mi primer título, mi primer triplete también, disputé la Champions asiática. Fue una experiencia que marcó un antes y un después en lo personal y lo profesional. Finalmente después de vivir descensos, perder finales, quedarme a las puertas del ascenso, allí pude vivenciar lo que era el otro lado de la moneda.

En muchos casos la línea entre éxito y el fracaso es tan fina, tan transparente, que es prácticamente inapreciable. Por eso hace tiempo que desterré a esos dos impostores y lo aposté todo al proceso; es ahora cuando soy consciente de todo lo que he ganado cuando he perdido.

Indonesia, sin embargo, fue una montaña rusa emocional de principio a fin. Un país donde viven 283 millones de personas en el que el fútbol es una religión. Me cercioré a las primeras de cambio. Perder un partido significaba esperar una media de 3h en el estadio hasta que el ambiente se calmara. Eso sumado al escrutinio digital, donde la crítica en redes era feroz (siendo amable en la descripción) y al acoso diario. Te hacían fotos en el súper, en la gasolinera, tomando un café, en cualquier rincón tenías un ojo puesto en ti. Ahí teníamos dos opciones; o nos veníamos abajo o aprendíamos a tener la piel dura.

Por el contrario recuerdo ganar nuestro primer partido a domicilio y llegar de madrugada a nuestra ciudad, Solo, y verla llena de gente con bengalas, motos pitando con las banderas del Persis Solo, persiguiendo el autocar durante horas. Jugar en estadios llenos con 40.000 personas en un ambiente hostil, donde el recinto latía, jugar partidos de alto riesgo donde teníamos que ir en tanques blindados, jugar el derbi de Java y decirle a mi mujer que si no lo ganábamos, no la podría llevar a la maratón que tenía al día siguiente. Por fortuna ganamos y pude cumplir mi cometido.

Era espectacular. Allí las viví de todos los colores, fui capitán en el partido del centenario del club, fui un jugador indiscutible y también pase a estar apartado del equipo, sin poder siquiera vestirme para entrenar. Indonesia me mostró la pasión desmedida que despierta el fútbol allí y me enseñó que hay batallas, que incluso a sabiendas de que las vamos a perder hay que librarlas.

Y hasta la fecha Hong Kong, aterricé en el equipo más laureado del país, el Kitchee, donde ilustres del fútbol español como El Chino Losada, Raúl Baena y Diego Forlán, entre otros, han defendido sus colores. Donde mi primer partido fue ante el todopoderoso Atlético De Madrid del Cholo Simeone, que nos respetó de la misma manera que nos machacó, de principio a fin. 6-1 fue el resultado final.

Un viaje y una trayectoria de 18 años fuera del hogar, persiguiendo un sueño que nunca me atreví a verbalizar, ya que era conocedor de la tremenda dificultad que entrañaba. Lo cierto es que me sigo levantando cada mañana con casi 32 años siendo consciente de que me pagan por hacer lo que siempre soñé. Me siento afortunado, sin ser nadie, de haber cumplido el sueño de ese niño de Villarrodrigo (León) que solo quería eso mismo: jugar. Por eso, y en su honor, intento disfrutar cada día, cada rondo, cada disputa, y con ello, beberme hasta la última gota de fútbol que haya dentro de mí.


Sobre ‘Personal e intransferible’:
‘Personal e intransferible’ es una iniciativa editorial de Sphera Sports, iniciada el 24 de abril de 2023, en la cual se le cursa una invitación a diferentes deportistas y celebridades de naturaleza diversa, para que aprovechen nuestra plataforma web y de redes sociales a la hora de escribir una columna en primera persona y con total libertad.

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