Dominic
Thiem y Alexander Zverev fueron las dos grandes revelaciones de la pasada
temporada en el tenis masculino. El austriaco realizó una gira de arcilla
inmaculada, en la que sólo Rafa Nadal le impidió levantar algún trofeo de
renombre -fue finalista en Madrid y semifinalista en Roland Garros, por
ejemplo-, mientras que el alemán logró dos Masters 1000 en superficies
diferentes y se postulaba como posible rey del deporte de la raqueta a corto
plazo. Sin embargo, ambos viven una pequeña (o gran) crisis desde hace varios
meses.
Lo difícil
no es llegar, sino mantenerse. Y eso es lo que están comprobando estos dos
jugadores, de indudable talento, pero con carencia de consistencia. Son casos
muy diferentes, pues Thiem afronta los torneos de pista dura con una garantía
de éxito mucho menor, al ser un consumado especialista en arcilla, mientras que
Zverev acumula una crisis personal y profesional, con cruce de declaraciones
con su exentrenador, Juan Carlos Ferrero, incluida.
Tras su gran
2017 sobre tierra batida y su aceptable torneo de Wimbledon -alcanzó la segunda
semana-, muchos esperaban que Thiem diera un paso adelante en otras superficies
en 2018, de forma que pudiera aspirar a estar en las posiciones más altas del
ránking. Sin embargo, el fracaso en Australia, cuando con un cuadro muy favorable
perdió con Sandgren en octavos. Tampoco repitió los resultados en la ‘Gira
Dorada’, puesto que, aunque ganara en Buenos Aires, no logró levantar el título
en Río de Janeiro, un certamen en el que, por la ausencia de grandes estrellas,
él era el gran favorito.
El inicio de
la gira norteamericana no ha sido una bocanada de aire para Thiem: cedió con
mucha claridad en cuartos de Acapulco contra Del Potro y ha debido retirarse en
la tercera ronda de Indian Wells por lesión, quedando en duda su participación
en Miami. Ahora mismo ocupa la sexta posición de la clasificación, pero lo
cierto es que a partir de mediados de abril, el austriaco defenderá 2000 puntos
hasta junio. Thiem no sólo se jugará su credibilidad como futuro campeón de
Roland Garros -así se le ha catalogado en los últimos meses-, sino también su
permanencia en el top-10.
La situación
de Zverev es, probablemente, más delicada. Mientras que Thiem puede excusarse
en que es un jugador de tierra -si rinde en arcilla, este argumento podrá ser
válido-, Zverev mostró en 2017 una versatilidad que le otorgó el cartel de
futuro rey del tenis. Ganó dos Masters 1000 el pasado curso: uno en tierra
batida (en Roma, ante Djokovic) y otro en pista dura (en Montreal, contra
Federer). Esa carta de presentación, con apenas 20 años, le llevó a ser
considerado gran candidato a ganar el US Open. Allí ya sufrió el primer
varapalo, al caer en primera ronda ante Coric. Pero lo cierto es que, desde
aquel día, Zverev no sólo no ha levantado un trofeo, sino que tampoco ha estado
cerca. Apenas ha disputado dos semifinales, en dos ATP 500: Pekín y Acapulco.
Además, su
panorama a nivel personal no ayuda. En los últimos días, se anunció la marcha
de Juan Carlos Ferrero de su equipo técnico, tras colaborar con el germano
desde el pasado verano. El valenciano acusó en los últimos días a Zverev de
“falta de profesionalidad”, asegurando que era imposible trabajar con alguien
que se había acostumbrado a llegar tarde a cada entrenamiento. El alemán no
tardó en responder al español: “En su país, la figura del entrenador es
diferente. Él habla y el jugador debe estar callado. Con mi personalidad eso no
cuaja”. Culpa de Ferrero o no, los resultados de Zverev no han cambiado: a su
fiasco en Australia -perdió en tercera ronda con Chung-, le han seguido dos
derrotas a la primera, en Rotterdam e Indian Wells y unas semifinales en
Acapulco.
You must be logged in to post a comment Login