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Mientras el resto celebrábamos (como podíamos) el inicio de un nuevo año, el Atlético de Madrid se puso manos a la obra y anunció tres fichajes en los tres primeros días de 2021. Las tres nuevas incorporaciones mantienen la línea trazada de un tiempo a esta parte por la dirección deportiva de la sección femenina: las tres son extranjeras, originarias de tres países distintos, y nunca han jugado en Primera Iberdrola.

La llegada de Rasheedat Ajibade (21 años, Nigeria), Aminata Diallo (25, Francia) y Njoya Ajara (27, Camerún) reafirma una política de fichajes instalada en el seno rojiblanco, apostando claramente por futbolistas externas en detrimento de las nacionales. Hubo un tiempo en el que el Barça, su máximo rival hasta la fecha, fue criticado por su fuerte apuesta por el valor internacional: en la campaña 17-18 hizo ocho contrataciones y solo una fue española: Mapi León. Ese mismo curso salieron Ane Bergara, Miriam Diéguez, Sandra Hernández y los sonados casos de Laia Aleixandri y Jennifer Hermoso. Un verano después el club azulgrana firmaba cuatro fichajes de los cuales solo uno (Andrea Pereira) era nacional. Y una vez más la mayoría de salidas fueron futbolistas de nuestro país (Marta Unzué, Olga García, Ruth García, Andrea Giménez y Laura Ràfols).

Aquella temporada, la 18-19, el Barça acabó de nuevo sin títulos (aunque disputó la final de Champions) pero ya se empezaba a divisar un giro de timón en su estructura. De las 24 futbolistas con más minutos había 16 jugadoras españolas, el doble que las extranjeras. Jóvenes como Patri Guijarro, Aitana Bonmatí y Mariona Caldentey se asentaban al tiempo que las promesas (Candela Andújar, Jana Fernández o Claudia Pina) comenzaban a asomar la cabeza. Ese mismo verano el club azulgrana aportó hasta 10 jugadoras a la selección española en el Mundial de Francia, el doble que el Atlético campeón de Liga.

Ese acertado cambio de rumbo se ha confirmado hasta nuestros días, con un Barça imbatible cuya base es nacional (17 jugadoras), su intención es fichar jóvenes talentos nacionales como Cata Coll o Gio Queiroz (ha debutado con Brasil pero entonces jugaba en las categorías inferiores de la Roja) y solo la abusiva cláusula de compensación impidió la llegada de Damaris Egurrola. El cupo de extranjeras ha disminuido de forma considerable y la mayoría (Hansen, Martens, Oshoala) son reconocidas como estrellas de primerísimo nivel y ni mucho menos para ‘hacer bulto’. Además, la cantera ha vuelto a tener un papel relevante y ya se divisa mucho potencial en Laia Codina o Bruna Vilamala, entre otras. Las cesiones de Claudia Pina, Armengol y Andújar dejan un claro mensaje: un club grande con miras ambiciosas cede para su beneficio propio y porque hace tiempo que la competencia por un puesto en el once es terrorífica.

Esta comparativa hace mucho daño al Atlético. Cuando en el verano de 2019 conquistó su tercer título de Liga consecutivo, la plantilla rojiblanca estaba formada por 13 futbolistas españolas y ocho extranjeras. Hoy tiene 17 foráneas, el que más de las grandes ligas europeas (dato de @FutFemdelMundo), y solo cuenta con cuatro españolas con ficha del primer equipo, precisamente las capitanas: Laia Aleixandri, Silvia Meseguer, Amanda Sampedro y la lesionada Carmen Menayo (además de Virginia Torrecilla, no disponible por razones obvias). La primera de ellas es la única que recibió la llamada de Jorge Vilda para la última convocatoria de la Selección, y fue sustituyendo a Ivana Andrés, baja de última hora. La cantera, antes tan productiva, ha pasado a un segundo plano y solo la plaga de lesiones ha llevado a Dani González a convocar a Jana Xin (china, pero con nacionalidad española), Alejandra Bernabé (la que más está jugando) y Elena Martínez. Sonia Majarin, con dinámica en la primera plantilla, todavía no ha debutado.

Los tres últimos fichajes no han hecho más que sembrar dudas sobre un futuro prometedor en el Atlético. Si bien la nigeriana Rasheedat Ajibade apunta a ser una incorporación interesante, muchos no entienden la cesión de Aminata Diallo, un descarte del PSG que llega para reforzar un mermado centro del campo y que tendrá que volver al club parisino en apenas seis meses. Es la cuarta operación de este tipo que hace el Atlético esta temporada tras los préstamos de Laurent, Kazadi y Jade Moore, que firmó hasta febrero pero ya ha regresado a Orlando. Mientras que el resto de los grandes aspirantes al top-3 (Barça, Levante y Real Madrid) han optado por el producto nacional o asentado en Primera Iberdrola (llamativo es el caso del club blanco, que se hizo con ocho españolas y pudieron ser diez), en el Atlético han construido su propia Torre de Babel, pudiendo alinear a jugadoras de 14 nacionalidades distintas.

¿Qué está en su derecho y puede salir bien? Por supuesto. Pero la planificación rojiblanca actual tiene que ver más con remiendos caseros que en mirar a un futuro a largo plazo. Las tres cesiones vigentes no hacen más que confirmar ese hecho. Dejar marchar tan fácilmente el talento nacional (en los últimos años han dejado el club piezas fundamentales como Sonia Bermúdez, Marta Corredera, Jenni Hermoso, Lola Gallardo, Andrea Falcón, Mapi León, Andrea Pereira o Ángela Sosa) y no apostar firmemente por la juventud que brilla en las categorías inferiores de la Roja o no potenciar la cantera puede ser un problema si tenemos en cuenta la idea de la RFEF de acotar el número máximo de extranjeras y la obligación de contar con un mínimo de jugadoras Sub-23 nacionales. Nadie dice que el Atlético deba contar con un porcentaje mayoritario de españolas o forasteras. En el equilibrio puede (y debe) estar la clave.

Imagen de cabecera: Atlético Femenino (Twitter)

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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