La primera imagen que tengo guardada de Roberto Carlos fue un lunes. No recuerdo muy bien por qué, pero el Madrid jugó un lunes de septiembre contra el Betis en el Villamarín. El lunes era día de compra en mi casa. Como todavía no podía quedarme solo, me asomé a un bar del centro comercial mientras mis padres compraban. Allí descubrí al lateral brasileño. Vi el gol de falta que marcó con el empeine exterior un jugador pequeñito, con pendiente en la oreja izquierda, pelo corto (todavía no lo llevaba rapado) y con el 3 a la espalda.
Roberto Carlos llegó al Real Madrid en el revolucionario verano de 1996, junto a Capello, Mijatovic, Suker, Seedorf, Illgner, etc. Vino procedente del Inter, donde Roy Hogdson quería que jugara prácticamente de delantero, algo que incomodaba al brasileño, feliz en el lateral, con metros por delante para explotar su potencia y velocidad. Hizo suya la banda izquierda del Bernabéu durante 11 años, motivo por el que a día de hoy conserva el título de jugador extranjero con más partidos en el Real Madrid.
El 3 blanco siempre fue un hombre de ataque. Aprovechaba su velocidad para recuperar la posición que solía perder en defensa, pero lo que le apasionaba era correr por el filo del campo. Siempre doblando al compañero de turno, llegando a la línea de fondo contraria. Desde ahí marcó un gol imposible al Tenerife que dejó mudo a todo el mundo.
Cuando se aproximaba al área rival, Roberto Carlos jugaba a derribar bolos. Si quedaba alguno en pie, lo remataba Raúl. Esa jugada se convirtió en un recurso recurrente. El brasileño enviaba un balón raso y envenenado para que algún pie propio o ajeno lo metiera en la portería. Raúl solía andar bastante listo en esas tareas. Precisamente, así llegó el gol de Mijatovic en ‘La Séptima’. Muchos olvidan que todo empezó con Roberto Carlos tirando al bulto.
De carácter bromista y risueño, el brasileño se ha hartado de contar su interpretación en el gol de Zidane en la Novena: «Mi pase era medio gol». No fue así, pero sólo un jugador con una buena dosis de locura podría mandar un balón al cielo de Glasgow con la esperanza de encontrar rematador.
Getty Images
Testigo del ocaso de ‘Los Galácticos’, Roberto Carlos se marchó del Madrid en el 2007. Se despidió con Capello en el banquillo, el mismo que le había traído 11 años antes. Y tras tres temporadas en blanco, el Madrid volvió a ganar una Liga, la más espectacular que se recuerda por la emoción, y la más aburrida por el juego. El 3 hizo las maletas a Turquía pensando más en el plan de jubilación (que luego amplió en Rusia), pero su heredero ya estaba en casa: Marcelo.
You must be logged in to post a comment Login