Sirva esta columna como insistente recordatorio de que el Giro d’Italia es una carrera de fondo. La tercera etapa en línea de la carrera fue también la tercera por encima de los 200 kilómetros de recorrido. 235 kilómetros entre Orbetello y Frascati, a las afueras de Roma, cuyo desarrollo tendrá importantes consecuencias en la Corsa.
Una de ellas ya visible en la maltrecha y sangrante rodilla de Tom Dumoulin, que acompañado de sus compañeros llegó a más de cuatro minutos a la meta. Una caída de Salvatore Puccio en la parte delantera del pelotón a apenas cinco kilómetros de meta dio con gran parte del pelotón o en el suelo o cortado. Y con el vencedor en 2017 y en la terna de favoritos para el triunfo final, eliminado.
En el pequeño grupo que salió airoso por delante también hubo otra caída, en la que se vieron involucrado Yates y Landa–“el puto Yates me tiró en una rotonda”, en declaraciones a Diario As-. El líder, Roglic, el único que sobrevivió en cabeza. Apunten, los días de transición no existen en el Giro.
Apenas una decena de ciclistas aparecieron en las cámaras de una meta situada en lo alto de un ligero ascenso al pie de los Castelli Romani, suficiente para que varios fueran desfondándose progresivamente. Por delante, luchando por el triunfo de etapa; por detrás, minimizando pérdidas. Carapaz fue el más inteligente: ya demostró en su debut hace un año que esta carrera se la da muy bien -una victoria en Montevergine di Mercogliano, cuarto puesto final- y consiguió el triunfo en Frascati. Al pequeño sprinter Caleb Ewan, que había ganado una etapa similar en Omán en febrero, le faltó dudar menos y reaccionar antes para no quedarse a una bicicleta del éxito. A otros como Ulissi, Ackermann o, antes, Viviani, directamente les fallaron las piernas tras semejante desgaste. Ni siquiera el intratable rosa tuvo pulmón para asomarse.
Las piernas, pesadas; el cuerpo, dolorido; la tensión, constante; el reposo, ninguno; el Giro, eterno. Roglic ya cuenta con ventajas que rondan el minuto sobre sus perseguidores. En otras carreras algún aventurado la definiría como insalvable. En Italia, minucias. Y días así se reflejarán en unos Alpes que pueden convertirse en una lucha de ataque y eliminación. Una carrera de fondo.
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