Lleva un mes fuera de los terrenos de juego por una lesión de tobillo y se nota. Flor Bonsegundo (Morteros, Argentina, 1993) estaba firmando una gran temporada en su segundo año en el Valencia, un año que ha servido para acabar con muchos fantasmas y para dar la vuelta a una situación de lo más inverosímil. Hoy la plantilla desprende juventud por los cuatro costados (la media de edad es de poco más de 22 años) y el lavado de cara ha dado sus frutos.
“Fue un cambio bastante grande. Se fueron jugadoras importantes, referentes del club. El Valencia ha apostado por un proyecto más joven, pero con experiencia. Aquí las chicas con 16 años ya debutan en Primera División, así que tienen bastante recorrido. Empezamos muy bien, el cambio ha sido bueno”, nos reconoce Flor, que por supuesto no se conforma con un puesto en mitad de la tabla. “Quizá ahora estamos un poco estancadas porque después de cinco partidos seguimos siendo novenas. Tenemos que lograr una victoria ya para darle un poco más de respiro al equipo. También es importante volver a ganar de local, que lo veníamos haciendo bien, y hemos tropezado contra rivales que creíamos que podíamos lograr la victoria”.
Nada que ver con el curso pasado. Cuando se decretó la suspensión de la temporada por la crisis sanitaria, el Valencia se encontraba penúltimo. Que la decisión fuera finalmente mantener a los equipos en descenso y ampliar la competición a 18 fue lo que las salvó. “Fue durísimo, durísimo. Cuando vienes al Valencia piensas en cosas grandes. Nosotras veíamos desde dentro que teníamos un equipazo, un grupo increíble, nos llevábamos muy bien todas, cuerpo técnico, jugadoras… Pero bueno, te pasa eso, que los partidos no salían, que vas entrando en una dinámica de perder, empatar, de no sacar resultados positivos… No había explicación, no sabíamos cómo darle la vuelta a la situación. Esa es la realidad. Por suerte, se pudo suspender el torneo y el Valencia se pudo salvar, porque creo que nos íbamos a encontrar con un final de temporada muy complicado. No sabíamos qué iba a pasar. También da rabia porque esto lo podíamos haber sacado. Teníamos un equipazo increíble y un grupo muy bueno, con mucha calidad”.
Como hemos mencionado, la principal característica de la revolución en el Valencia tuvo que ver con la juventud. Enith Salon, Berta Pujadas, Cristina Cubedo, María Jiménez, Esther Martín-Pozuelo, Kerlly, Alejandra Serrano, Asun Martínez, Carla Bautista, Anita Marcos, Julia Aguado, Anna Torrodá, Candela Andújar… ninguna supera los 22 años de edad y todas cuentan con una participación importante en el grupo. Las dos últimas han sido las que más han sorprendido a Flor. “Al principio la que más me impresionó fue Anna Torrodá, porque hacía rato que no veía una jugadora así, tan joven y con tanto talento. Con el paso del campeonato, Candela Andújar ha demostrado que tiene nivel y que lo sostiene. Llegó con pequeñas molestias y le costó entrar en el equipo. Esas dos tienen un gran futuro en España y a dónde vayan”, opina.
El hecho de que la media de edad se haya reducido de forma considerable provoca que Bonsegundo sea, con 27 años, una de las veteranas del equipo. “Sí, sí. Me pasa eso y digo… ¡joder! No soy tan vieja (risas). Pero estoy muy contenta en el club, con un papel más importante. Que la juventud te vea como un referente está bueno, porque lo ves desde otro ángulo y te sientes más importante… y más vieja también (risas)”.
A una institución como el Valencia siempre se le exigen grandes objetivos, aunque en este caso la idea deportiva tiene que ver más con sembrar hoy para obtener grano mañana. Flor lo tiene claro. “El proyecto es joven, que no se esperen nada a corto plazo. Va a ir de menor a mayor. El club apuesta a eso y va a dar sus frutos. Obvio que si viene una jugadora de 20-21 años se tiene que adaptar y tiene que aprender que no va a sacar un resultado de un día para otro. El Valencia va a dar que hablar si sigue por este camino”.
A la velocidad del rayo
La centrocampista argentina aterrizó en la Primera Iberdrola en el verano de 2018, cuando captó la atención del Sporting de Huelva, club siempre atento a posibles movimientos en el fútbol sudamericano. Su adaptación fue espectacular. “Jugué 29 de 30 partidos. Venía de un año increíble en Argentina, de ganar el campeonato, hacer bastantes goles… y llegué acá y me adapté rápido. La verdad que el paso por el Sporting me ha ayudado para poder adaptarme acá en Valencia”, señala. Marcó cinco goles y dio tres asistencias en un equipo que rozó el descenso.
A orillas del Turia ha notado el cambio a nivel de medios. “Es un club totalmente diferente, toma otra dimensión. Te vas dando cuenta realmente de cómo se trata a una jugadora profesional. Quizá ese cambio sí ha costado, del Huelva al Valencia”, confiesa Flor, que en cambio hasta la lesión estaba siendo de las más destacadas del equipo. “Siento ese compromiso y esa confianza del cuerpo técnico y de las compañeras. Fue un bajón súper importante lesionarme así en un entrenamiento. Pero me estoy preparando bárbaro para volver lo antes posible y ojalá poder agarrar la dinámica que iba teniendo”.
En Argentina, cuando militaba en las filas del Urquiza, Flor tenía que compaginar su carrera futbolística con dos trabajos, uno en la tienda del club y otro de servicio de limpieza en la Universidad. Su vida ha cambiado por completo desde entonces. “No hay comparación a nivel de torneo, sponsors, la organización es totalmente diferente. Es otro mundo”, cuenta Flor, que ve un crecimiento en su país aunque ni mucho menos suficiente.
“Quizá se vio un pequeño cambio tras el Mundial que jugamos en Francia. El fútbol se volvió semiprofesional, porque profesional no es. Quizás más chicas se animen a jugar a fútbol, que el torneo sea un poquito más grande, que los clubes le paguen a las jugadoras, que haya un espacio de entrenamiento… Son cosas que acá están diez escalones por encima y nosotras estamos empezando. Y seguimos peleando por ese verdadero cambio. Estamos en camino, lejos, pero esa es la idea. Son muchos los escalones entre Europa y Sudamérica en general”, añade.
Luchar por el cambio
Flor no se muerde la lengua para hablar sobre la situación del fútbol femenino en su país. “Material hay muchísimo, pero el sistema y cómo lo gestionan es pésimo para las jugadoras. A los clubes no les importa mucho el fútbol femenino y la Federación no apoya tanto como acá”, señala. Para luchar por ese cambio, tomó una decisión muy difícil, pero también muy necesaria: rechazó disputar los Juegos Panamericanos con la albiceleste. ¿La razón? Algunas futbolistas fueron desconvocadas por alzar la voz y discutir ciertas decisiones del cuerpo técnico y la Federación, entre ellas la capitana y jugadora del Levante Estefania Banini.
“Es durísimo, es tremendo la verdad. Son 12 años defendiendo la celeste y blanca y ojalá sean muchos más. Pero es duro ver que otros países crecen y crecen, y nosotras no es que nos quedemos estancadas, es que retrocedemos. Es una pena, si no se lucha de esta manera yo creo que no va a haber cambio alguno”, confiesa Bonsegundo, que no se arrepiente de su decisión. “En Argentina a las jugadoras se les conoce poco. Después del Mundial fue un boom, pero es que era el tercer Mundial que jugaba Argentina, no íbamos de invitadas. Ya habíamos participado en otras ocasiones y nunca se supo nada de la selección argentina. Da rabia, porque material ahí y lo que hay que cambiar son otras cosas, que a la jugadora se la trate diferente”.
Desafectada con la situación, Flor sueña con un mundo idílico donde pueda volver a vestir la albiceleste, y también poder jugar en una Primera División argentina totalmente profesional. “Quiero seguir un tiempo más acá, el nivel es altísimo y mantenerlo no es nada fácil. Pero obvio que me gustaría retirarme en un futuro en Argentina, en una liga profesional. Es un sueño, la verdad. Poder jugar en tu país, cerca de tu familia, no tener que saltar el charco siempre para ir tras tu sueño. Me gustaría vivir lo de acá, allá. Pero no se puede”, nos cuenta, resignada. Algún día…
Imagen de cabecera: Juan Catalán / Valencia CF
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Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).
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