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Fin de ciclo

Es un hecho. El Atlético, campeón de las tres últimas Ligas, no da señales de pelear por el título. Esta vez no. El Barça se antojaba superior por plantilla y nivel de juego, pero eso nunca importó, pues algo parecido había sucedido en los últimos años. El problema hay que encontrarlo dentro de uno mismo.

Cuando pasas de ganar todos los partidos de Primera Iberdrola ante rivales que no son el Barça durante una temporada entera, a encadenar cuatro pinchazos en las últimas siete jornadas, es que algo falla. Incluso el Betis, hundido en la clasificación con solo ocho puntos, pudo rascar un empate ante el equipo de Pablo López, destituido el lunes. Athletic, Rayo y ahora Sevilla (otro que lucha por la permanencia) han sido los últimos que han obtenido un botín antes imposible de conseguir.

El Atlético afronta, sin duda, un segundo tramo de competición que se le puede hacer largo. Nueve puntos de distancia parecen insalvables a estas alturas, más si cabe teniendo en cuenta el ritmo del Barça, que suma 14 victorias consecutivas y no deja escapar puntos desde septiembre. Para colmo, el rival en la nueva Supercopa de España y en los cuartos de final de Champions es el ritmo que le martiriza en la competición doméstica. En cualquier otro momento, las opciones del Atlético permanecerían intactas. Ahora, el recuerdo del 6-1 sufrido en el último precedente es más fuerte que nunca.

No son pocos los factores que condicionan este bajón de rendimiento, pero quizá el más importante tenga que ver con la salida de Jennifer Hermoso. El club rojiblanco había conseguido sobreponerse a la marcha de grandes figuras en los últimos tiempos, pero esta colmó el vaso. No solo por sus goles -es la máxima anotadora de las grandes ligas europeas- y su facilidad para desatascar partidos, algo que le cuesta horrores al Atlético, sino también porque su sola presencia en ataque condiciona el estilo del propio equipo y el del rival. Prácticamente todas las ocasiones de gol pasaban por sus botas. Era cerebro creativo además de killer. La dirección fichó a Charlyn Corral, una goleadora contrastada, pero lejos de la capacidad de desarticular defensas de Jenni.

Precisamente en el apartado de fichajes se ha centrado la mayor crítica hacia el club, obligado a dar un paso más en cuanto a inversión si quiere aspirar a los títulos. Lo que ha conseguido el Atlético en las últimas temporadas ha sido a base de ingenio, con incorporaciones rentables y sorpresas bajo la manga. Parece que eso ya no es suficiente y que es hora de lanzarse, si es posible, a por futbolistas contrastadas en el panorama europeo, tal y como hizo el Barça con Caroline Graham en un absoluto golpe sobre la mesa. La llegada de Deyna Castellanos iba por esa línea, con la gran diferencia de que la venezolana juega por primera vez en Europa y nunca había estado en la élite, por muchas nominaciones de la FIFA que ostentase.

Así pues, el potencial ofensivo ha descendido considerablemente. A estas alturas, el Atlético ha marcado 19 goles menos que la campaña anterior. Pero en la defensa, los problemas son parecidos: ha encajado cinco más, hasta un total de 16. La mitad de ellos en los últimos siete partidos. La actuación individual de jugadoras como Laia Aleixandri (el año pasado una de las revelaciones) y la falta de sobriedad de la pareja Tounkara-Linari, además del siempre discutido lateral izquierdo con Menayo, apuntan a una necesaria revolución el próximo verano en la retaguardia. Cada vez es más fácil hacer daño al Atlético, y los rivales lo saben.

Por último, y no menos importante, ha sido la falta de un líder en el banquillo tras la sorprendente marcha de José Luis Sánchez Vera, el técnico que consiguió la mejor versión del Atlético. Pablo López, un entrenador sin experiencia en fútbol femenino, asumió la responsabilidad y le ha quedado grande. Es importante dar con la tecla la próxima vez, de cara a formar un proyecto que pueda devolver al Atlético a la lucha. Porque al Barça se le está poniendo cara de tirano.

Foto: www.atleticodemadrid.com

Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).

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