El Everton es uno de los equipos del verano en la Premier League. La salvación del equipo en la penúltima jornada, con fiesta final en el verde de sus aficionados, no puede tapar los errores de una entidad a la deriva. Es cierto que la llegada de Frank Lampard ha vuelto a ilusionar a una parroquia que no se lo creía cuando vio hace justo un año que Ancelotti se marchaba y que su recambio iba a ser una leyenda del Liverpool. Hoy el técnico de los toffees prepara el curso siguiente con el tiempo y la calma que no le permitía el contexto cuando aterrizó. Parece que su idea es mutar el balonazo de Jordan Pickford y rezar a todos los santos por un fútbol mucho más asociativo. Su primera pieza en el engranaje, según los medios especializados en fichajes, es James Tarkowski.
El inglés viene del Burnley con lo bueno y lo malo: desde luego, no está acostumbrado a jugar un balompié preciosista. Es cierto que su disponibilidad, no hay que acordar un traspaso con los clarets, es muy apetecible, pero los errores de los últimos lustros no se deben repetir. El sueldo y la prima de fichaje no pueden ser una barbaridad. Hay ejemplos dantescos: el mejor momento de Jean-Philippe Gbamin como jugador del club, que costó 30 millones de euros, se basa en romperse el tendón de Aquiles jugando al fútbol-tenis. Hace unos meses fue cedido al CSKA. Según comentan varios periódicos conoce muy bien la noche rusa. Pero ese es otro tema.
El caso es que en Inglaterra el dinero fluye de manera insultante, pero si los de traje y corbata que gestionan no tienen el nivel no sirve de nada. Los de Liverpool han ido cediendo responsabilidades a entrenadores que no se asemejan en nada: pasas de la idea de Roberto Martínez, un cruyfista de carné, a Koeman. De hecho, a Rafa Benítez le dieron plenos poderes sabiendo que en dos semanas no iba a seguir. Un sinsentido muy repetido.
Lo que está claro es que el equipo el curso que viene no puede volver a sufrir tanto para mantener la categoría. No querría terminar el artículo tirando de tópicos, pero es que es una realidad: las plantillas deben confeccionarse desde la defensa. Eso se acentúa cuando, precisamente, muchos problemas vienen de la zaga. Permitidme recordar que uno de los mejores defensores del club en este siglo, Phil Jagielka, es también de ascendencia polaca. El paralelismo con Tarkowski es inevitable: no son excelsos con el cuero, pero transmiten una sensación de seguridad inefable. Cuando ellos están en el verde, con un grito, te cambian la cara. De hecho, Jagielka sigue jugando con 39 años en el Stoke City. Es titular indiscutible. Hay cosas en este deporte que no se pueden explicar con una pizarra.
Imagen de cabecera: @BurnleyOfficial