Fue una de las primeras en conseguir un billete directo a Tokio
2020. Fátima Gálvez (Baena, 1987)
logró la clasificación más de un año antes de la gran cita, durante el pasado
mes de junio en los Juegos Europeos de Minsk. Allí conquistó un bronce que le
da plena confianza para el mayor objetivo de su carrera.
Pocos deportes más atractivos y de gran tradición en los Juegos como es el tiro olímpico, donde la puntería, concentración y destreza resultan claves. En el programa olímpico desde la primera edición moderna (Atenas 1896), solo ha faltado a dos citas desde entonces: San Luis 1904 y Ámsterdam 1928. Algunas federaciones y diarios han señalado en más de una ocasión que la primera medalla olímpica de nuestro país fue en tiro al pichón (París 1900), pero el COI lo desestimó ya que Pedro José Pidal, subcampeón entonces, recibió un premio económico por ello, infringiendo el espíritu amateur de las Olimpiadas en aquellos tiempos.
No fue hasta 1952 cuando Ángel León, policía y combatiente en la guerra civil (casi acaba
fusilado por los milicianos) logró la plata en pistola libre (50m). En Seúl
(1988) Jorge Guardiola se llevaría
el bronce en skeet (tiro al plato). El tercer y último metal conseguido fue en
Atenas 2004, cuando María Quintanal logró
la medalla de plata en foso, la misma en la que Fátima es especialista. 16 años
después, la cordobesa es una de las principales candidatas para agrandar el
palmarés de una federación que no siempre ha estado a la altura de su esfuerzo.
Pese a las tres medallas conseguidas y el honor de ser portador de
la bandera española durante la inauguración de los Juegos para el tirador Julio Castro del Rosario (comandante y
hombre de cámara del rey Alfonso XIII) en Los Ángeles 1932, lo cierto es que
este deporte nunca ha calado del todo en la sociedad española (más en Estados
Unidos o Italia), primero por falta de recursos
y segundo por mala fama (muchos no lo consideran como una actividad física
apropiada en unos Juegos Olímpicos) y marcada tradición militar. Para colmo,
los despropósitos de la Federación española de tiro durante años lastraron a
los tiradores nacionales, hasta el punto
de dejar las arcas vacías: la deuda llegó a ser de cinco millones de euros
en 2011.
Con el cambio de directiva y una serie de reformas, además del
apoyo a Gálvez y compañía, la gestión se está encauzando. Y Fátima, que afronta sus terceros Juegos Olímpicos, llega más
preparada que nunca. Compitiendo desde los 11 años (falseaba su edad hasta
los 14 para poder participar en campeonatos), su amor por el tiro le llega,
como a muchos, a través de su padre, cazador.
“De pequeña siempre iba con él y un día le dije: ‘en lugar de coger perdices y
conejos, ¿por qué no me dejas pegar un tiro?’”. Desde entonces su progresión ha
sido espectacular, pese a su juventud. Cinco
medallas en Mundiales (un oro en 2015) y siete en Europeos (oro en 2012 y 2019),
además de los diplomas en Londres 2012 y Rio 2016. En los primeros fue quinta y
llegó a expulsar de la final a la vigente campeona en una espectacular muerte
súbita. En Brasil se quedó a las puertas del metal, a un solo plato de la lucha por el oro y perdiendo el bronce ante
la británica Corey Cogdell en el desempate.
Pero si la madurez en este deporte se alcanza a partir de la
treintena, lo mejor de la andaluza está por llegar. A Tokio llegará con 33 años, tras un 2019 donde ha subido al podio en
hasta cinco ocasiones entre Mundiales y Europeos, dos de ellas en foso
mixto, donde aspira seriamente a medalla junto a Alberto Fernández, con quien forma un tándem perfecto. “Esperemos
que haya aprendido de los errores y que todo salga bien. Soy mucho más madura, más ambiciosa. Sé lo que quiero y voy a por
ello», declaraba Fátima hace unos días en la presentación del avión
que le llevará al país del sol naciente. Allí puede (ojalá) poner la guinda a
una carrera de estrella mundial.
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