Sería complicado hacer un análisis sin empezar por el principio. Los comienzos nunca fueron fáciles y escribir a veces tampoco. Y más cuando queremos complicarnos con un sinfín de recursos literarios, en los que no sabemos hacer eso: una simple introducción. Arrancar por un inicio -y no subir para arriba- en el que Leo Messi estaba en el banquillo te hace pensar en un choque en el que los blancos empezarán con fuerza. Y así fue. Tardaron cinco minutos en silenciar a todo un Camp Nou, que estaba hasta la bandera. Casi desde los vestuarios, con un desplazamiento de Vinícius a Karim Benzema para que el francés reemprendiera su aventura con las obras maestras, aquellas andanzas que tenía apartadas desde el último choque. Será uno de aquellos cuadros que olvidaremos, por la infinidad de obras que nos deja, pero volvió a asistir para que Lucas Vázquez afirmara con rotundidad que las páginas en blanco, sobre todo sin Messi, son un dolor de cabeza.
Quizás en el primer acto sí estuvo Messi, aunque solo fuera como fantasma, ya que los anfitriones le buscaban con tesón y desesperación, ahogados en las pérdidas de Philippe Coutinho, y los visitantes encontraron a Benzema que, salvando las distancias, hacía de telonero del de Rosario. Sin embargo, como buen capricho del balompié, las estrellas suelen hacer disfrutar solo un bando y ese fue el conjunto de la capital. Bajó a recibir y sirvió un sinfín de balones a sus extremos, especialmente a Vinícius, que estuvo acelerado en su primer envite en el coliseo azulgrana. El brasileño tuvo buenos detalles, pero enseñó al mundo que su bisoñez es una de las razones por las que la calma, a pesar de estar en constante desenfreno, debe ser el sostén del inicio de su prometedora carrera.
Los blancos no solo cimentaron su primer acto en el bueno de Karim. Presionaron al hombre, cambiando su esquema en defensa a un 4-4-1-1 en el que Luka Modric saltaba a Sergio Busquets y Toni Kroos y Marcos Llorente equilibraban en el centro, para igualar el perenne 4-3-3 catalán. Sin embargo, la flaqueza de los blancos no vino por el centro, arribó por un Marcelo que está en un terrible estado de forma. Y el Barça lo aprovechó. Malcom siempre estuvo dispuesto a encarar una y otra vez a la leyenda blanca porque sabía que llevaba siempre ventaja a su competencia, como quien se encamina a un examen con chuleta. Sobresaliente.
En el segundo acto, después de la igualada local, los blancos fueron retrasando sus líneas, aunque atosigaron en los minutos finales a los anfitriones. Messi salió, pero mostró por qué no fue titular en una noche en la que quería expulsar aquellos fantasmas que se habían apoderado del público catalán. No era tarde. De hecho, aún no lo es. Blancos y culés firmaron un pacto de no agresión, en una época en la que es casi imposible hacerlo, sabiendo que el Bernabéu es mucho Bernabéu. Allí ambos buscarán el vale para jugar la final del Villamarín, con una conclusión que parece que será mucho más elaborada y sesuda de lo que nadie pueda imaginarse.
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