Todo amante del fútbol en general, y del británico en particular, es sabedor de una de las principales virtudes que convierte al fútbol de las islas en uno de los más importantes y admirados del mundo: su tradición. Podemos relatar miles de historias ocurridas durante los dos últimos siglos que dan buena cuenta del complejo folclore e idiosincrasia que gira en torno a cualquier partido de fútbol del panorama británico. Una de ellas, otra más, os traigo a continuación.
El 21 de marzo de 1990, Bradford City y Newcastle United se verían las caras en la trigésimo quinta jornada de la Division Two. Más de 10.000 personas asistieron aquella jornada a Valley Parade para ver la victoria del conjunto local por un disputado 3-2 final. Tras el partido, muchos de los parroquianos marcharon a reunirse en el pub Fountain Inn, como venía siendo habitual tras los partidos de los Bantams; pero esta vez no caminaron solos, ya que la facción de aficionados del Newcastle afincados en Yorkshire también tenía establecido su punto de reunión en dicho local.
El bar era un polvorín. – «Nosotros os vencimos en la final de 1911«, dijo un aficionado del Bradford. – «Pero aquel gol fue en fuera de juego«, contestó su homólogo del Newcastle. – La disputa estaba servida y pronto todo el pub se encontraba sumido en la controversia de aquella final de la FA Cup de 1911, en lugar de cómo el resultado de aquella misma tarde podría afectar a la salida del descenso de los locales o haber mermado las aspiraciones de ascenso de los visitantes.
Para más inri, los seguidores del Bradford conocían dos hechos recientes: una réplica de la equipación de aquella final había sido puesta a la venta; y un tal Richard Edwards, por aquel entonces jugador del Coventry, se había puesto en contacto con ellos afirmando ser pariente de Jimmy Speirs, autor del gol en supuesto fuera de juego que significó el único título de la historia del equipo.
Viendo el trascurso de los acontecimientos, la siguiente reflexión parecía inevitable. «¿No sería buena idea disputar una recreación de la final de FA Cup de 1911 con un partido entre aficionados rivales?» – Nada más que decir.
Rápidamente, los dos grupos de seguidores se pusieron manos a la obra y concretaron la recreación de aquel partido, apoyados por los dos clubes y la prensa local. El Bradford City ofreció su estadio, Valley Parade, para el domingo 29 de septiembre del siguiente año; el Museo Beamish de County Durham ayudó con las réplicas de las equipaciones de ambos conjuntos; el balón original de 1911 fue sacado de las vitrinas para los eventos publicitarios, y se imprimió una reproducción del programa original de aquella final. El día del partido, los jugadores lucieron peinados y falsos bigotes propios de la época. El portero del Newcastle llevó una gorra auténtica de principios de siglo, y el mánager del Bradford, Phillip Metcalfe, se engalanó con un bombín y un traje largo. Todo estaba dispuesto.
«Sobre el césped, fui fotografiado desde todos los ángulos sosteniendo el balón de 1911, con la expectación no pude ni saborear el momento. De vuelta al vestuario, todo el equipo fue reunido por la prensa para más fotos, casi sin tiempo de salir organizados. El resultado: saltamos al campo sin balones ni para el calentamiento, ¡y yo aguantándome las ganas de ir al baño!», declaró Mark Neale, aficionado del Bradford y organizador del evento.
Tras el saque de honor comenzó el esperado partido. El Newcastle dominó la primera mitad y se marchó al descanso con 0-1 en el marcador, pero los chicos del Bradford empatarían en el segundo tiempo. El encuentro parecía condenado al empate cuando el árbitro, de forma polémica, señaló el punto de penalti favorable a las Urracas. La pena máxima fue convertida y, casi sin tiempo para más, el Newcastle se proclamó vencedor con el 1-2 definitivo.
– «Eso no puede ser nunca penalti», aseguraba uno de los jugadores aficionados del Bradford. – «Entonces, tendremos que jugar otra vez», respondieron los de Newcastle. – Y así ocurrió.
Desde entonces, el partido es disputado anualmente en Manningham Mills la mañana de la final de la FA Cup. Las dos aficiones continúan estando hermanadas y el vínculo se fortaleció cuando profesionales como John Hendrie y Peter Jackson, jugadores de ambos equipos, se unieron para participar en los clubes de aficionados. Después de cada partido, los miembros de los dos conjuntos vuelven al Fountain Inn a ver la final de la FA Cup, la de verdad. Se da una única excepción, por supuesto, cuando el Newcastle disputa dicha final y el partido de recreación se retrasa una semana.
¿Se imaginan qué espectáculo nos brindarían Bradford y Newcastle si se vieran de nuevo las caras en una final en Wembley de manera oficial? Supongo que, fuera cual fuera el resultado, acabarían repitiendo el partido.
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