“No tenemos a Diego Costa, pero nos pueden echar una mano Darío Póveda, Riquelme, Saponjic…”. In that order. Así definió Diego Pablo Simeone las opciones que tenía el Atlético en punta para suplir la ausencia del delantero hispano-brasileño. La del serbio, especialmente, empieza a ser una situación, cuanto menos, histérica, aunque desde pretemporada ya se vislumbrara que el suyo no era un fichaje deportivo.
Han querido el encaje de bolillos y la mala fortuna que el Atlético de Madrid vea cómo Diego Costa ha caído lesionado para tiempo ilimitado. Cómo Álvaro Morata también ha sufrido percances de todo tipo en los primeros compases de la temporada y cómo no hay nada más allá de ellos dos con capacidad para jugar de delantero en un equipo que quiere jugar con dos tanques arriba. Correa y Joao Félix atienden a otros perfiles.
Mientras la planificación pedía como el comer un delantero más en nómina, no se tuvo otra ocurrencia que firmar y darle una ficha del primer equipo a Iván Saponjic, muchacho serbio que no fue capaz de ganarse un sitio en el primer equipo del Benfica. Pero hubo alguien que pensó que sí estaba capacitado para hacerlo en un club con unas exigencias aún mayores que las de los lisboetas.
No nos engañemos, el fichaje, en realidad, atiende a una serie de favores por cobrarse entre agentes, representantes y toda esa maraña oculta que en realidad mueve el fútbol. El punta balcánico comparte agente con Jan Oblak y el fichaje más o menos fue una cláusula en la renovación del contrato del esloveno.
Saponjic, entiéndase, no es un mal proyecto de futbolista. Su fichaje es un acierto si se le quiere para otro rol y es una apuesta de futuro que solo puede salir bien, porque el riesgo económico ha sido cero. Pero la operación es una insensatez si se quiere que un chico que tendría dificultades para ser titular en cualquier equipo de La Liga tenga una ficha con el actual subcampeón del campeonato.
El serbio, se podría decir, tiene una vida paralela a la del madridista Luka Jovic. Ambos estrellas precoces en Serbia, Sapo fue el delantero titular y máximo goleador de la Serbia que se alzó con el Mundial Sub20 en 2015, cuando el propio Saponjic tenía 17 años y fue titular indiscutible para un Veljko Paunovic que ya le deslizó su nombre al club colchonero. Torneo, por cierto, al que no acudió Jovic, que salía de unas molestias físicas.
El estirón que pegó le hizo ser un delantero mucho más estático y de área. Hasta entonces, un bregador por todo el campo (solía jugar a veces caído en banda derecha), se convirtió en un rematador de gatillo fácil, en un jugador de pocos toques y en un fijador de rivales. Nunca fue un goleador. El Benfica, en esa política de fichar todo lo que se mueve y destaque en edades adolescentes, se hizo tanto con Saponjic como con Jovic. Ambos, en su filial, fracasaron. Pasaron de estrellas adolescentes a eternas promesas.
Saponjic se liberó un poco siendo cedido en el campeonato belga. Y para cuando Jovic, a quien en Lisboa daban por perdido, se marchó al Eintracht, el hoy delantero del Atlético tenía incluso mejores registros que el madridista. Pero en Alemania, Jovic explotó mientras Saponjic seguía sin hacer grandes actuaciones con el Benfica B.
Por eso, Saponjic habría sido un maravilloso fichaje -el talento lo tiene- si el Atlético lo hubiera adquirido pensando en el futuro, con la intención de cederlo o argumentando darle minutos con el filial. Pero no haciéndole ficha del primer equipo y tratando de convencer al mundo que ya tenía el delantero suplente para Costa y Morata.
En cinco meses de temporada, el serbio apenas ha ido convocado en tres ocasiones, todas ellas por exigencias del guión, por nulidad de personal en las convocatorias. Esta última, por cierto, deja muy claro el nivel real del balcánico, pues hasta tres jugadores del filial han ido con el equipo a Granada mientras él veía el partido desde su casa.
Darío Póveda y Riquelme ya han debutado antes que él en competición oficial, y no cabe duda de que si Borja Garcés y Sergio Camello, lesionados, hubieran estado sanos, también habrían jugado antes que él. Saponjic entrena, es el chascarrillo fácil de las redes sociales, tan contaminadas últimamente de clichés banales y de usuarios escondidos tras sus pantallas, pero nadie sabe cómo juega. Nadie sabe por qué un chico sin nivel para Primera División está en uno de los mejores equipos y por qué, si no da la talla, desde el primer día no ha tenido ficha con el B o ha sido cedido. A veces, hay fichajes que no atienden a lo deportivo.
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