Alguno se rasgaba las vestiduras porque Escocia, una selección repleta de traumas, consiguió subir a la máxima categoría de la Nations League mientras Inglaterra caía al segundo escalafón. Debe ser que esto de cumplir con los ascensos y descensos en esta competición es algo inaudito: cabe recordar, lo seguimos teniendo muy presente, que la UEFA decidió salvar a Alemania hace unos años de un descenso. Ese fue el momento en el que muchos de los que creíamos en este torneo entendimos que eso de creer en los entes organizadores del balompié mundial es semejante a pensar que tu amigo dejará de beber los sábados por la noche porque lo ha prometido resacoso. Siempre volverá a caer.
Llevo muchas columnas por aquí admitiendo mi querencia por Escocia. Viví allí unos meses y es uno de los mejores descubrimientos que pude hacer. Es un país lleno de gente amable y bondadosa, con una pasión por el balompié conocida en todo el mundo. Por tanto, si te gusta el deporte rey debe ser una obligación viajar allí. La serie Vigil, que va sobre un asesinato en un submarino, te muestra los tremendos paisajes que esconde el país de las faldas cortas y los haggis. Una barbaridad.
El caso es que la selección, pese a las enormes decepciones en este siglo, sigue moviendo a muchos aficionados. Pisar Hampden Park en una noche grande es lo más cercano al Nirvana futbolístico. La gente ha visto a una serie de futbolistas últimamente con un nivel pésimo. Por ejemplo, durante años faltó un lateral derecho y eso no ha sido un contratiempo para apoyar al equipo. La llegada de Steve Clarke, un tipo que llegó a tener al West Brom unos meses en lo alto de la tabla en la Premier League, lo cambió todo.
Parecía que el combinado había tocado techo: consiguieron clasificarse para la Eurocopa de 2020 -tras más de dos décadas sin jugar un gran torneo continental- y se plantaron en el playoff mundialista en junio. Y ahí llegó el varapalo: Ucrania eliminó a Escocia. La decepción era palpable. La federación debía reconstruir la moral del equipo para la ventana actual y la respuesta ha sido impresionante: con muchas bajas, los escoceses consiguieron terminar en primera posición. Si no lo evita algún directivo, los de Clarke estarán en la aristocracia del balompié europeo. Y de regalo se acercan a la clasificación a la próxima Eurocopa de 2024.
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