Hay algunos periodistas a los que envidio. Y no lo digo por un tema de trabajo: admiro que sean capaces de ver un partido y a la vez poder cuajar tweets graciosos en su timeline. Increíble. Algunos pasan al siguiente nivel cuando muestran una foto con tres encuentros a la vez; con esas famosas multipantallas con las que yo no podría ni entender ni medio. Vaya, si ya me cuesta ver un choque con el móvil en la mano, entre miles de mensajes en los inacabables grupos de WhatsApp, imaginen con tres a la vez y con la imaginación reclamando a las musas que me otorguen una buena frase para ganar likes y retweets. Imposible.
Esa es, quizás, la nueva normalidad de la que nos habló Pedro Sánchez con tremenda solemnidad. Los periodistas, los que no conocíamos la derivada táctica de Gasperini en la Atalanta, nos hemos puesto al día con el constante goteo de choques que se nos avecina día tras día. Aunque, también es cierto, si no demuestras en Internet que lo estás viendo no sirve para demasiado. Ahora mismo, que un analista no cuelgue en Twitter los partidos que ve, ya sea en directo o en diferido, es como pedir que una película de Quentin Tarantino no tenga sangre. Como ir a una hamburguesería y pedir una ensalada.
Mientras no podamos copar los estadios al 100% habrá menos opciones de olvidarse de los estímulos tecnológicos y disfrutar de lo que sucede en el verde. Nuestras pocas opciones de socializar nos llevan a ver encuentros sin cesar. Y eso, inevitablemente, a tener que conocer las variantes de cualquier conjunto de cualquier liga. Igual cuando la pandemia finalice dejaremos de mostrar todo lo que hacemos y vemos. Puede que eso sea una locura, pero ya lo dijo una ministra hace unos meses: “Como estamos en campaña electoral se puede decir cualquier cosa”. Imposible que uno no se suba al carro de las paranoias.
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