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Ciclismo

Enric Mas: un maillot cargado de responsabilidad

Decía el ciclista francés Guillaume Martin en su recomendable ensayo ‘Sócrates en bicicleta’ (2020) que, en lo que se refiere a la carrera deportiva del pelotón profesional, el aficionado al ciclismo ‘no ve más que la punta del iceberg’, y que ‘la parte sumergida es, sin embargo, mucho más importante y es donde se encuentran todos los obstáculos y dificultades’ en forma de lesiones, enfermedades, el estrés de la competición, la fatiga mental o incluso el aburrimiento, elementos todos ellos que forman parte de la vida cotidiana de cualquier corredor y a los que debe de hacer frente si pretende obtener buenos resultados.

A Enric Mas Nicolau (Artà, 1995) la afición española siempre lo ha situado en el punto de mira. Tal es la necesidad extrema del ciclismo español de encontrar un ídolo de masas, de contar por fin con alguien capaz de presentar una candidatura plausible y competente a una Gran Vuelta, que la mera irrupción del corredor balear en aquella penúltima etapa de la Vuelta 2018 sobre suelo andorrano hizo que las expectativas se disparasen sobre su figura. Expectativas que siguieron alimentándose y engordando tras la firma de su contrato con Movistar Team, a finales de la temporada 2018/19.

España vio en Enric al salvador de un honor que languidece sin remedio en las carreras de tres semanas desde los años dorados de Alberto Contador. Enseguida se aupó a un ciclista que parecía tener buenas piernas y condiciones, especialmente de recuperación tras grandes esfuerzos, y no se tuvieron reparos en las cunetas en colgarle la escarapela de aspirante a una Gran Vuelta. Quizá demasiado rápido.

Tal vez fuese el ansia de éxitos y la presión del que se sabe depositario de la ilusión de toda la afición española. O tal vez no haya explicación ninguna. El asunto es que la promocionada candidatura del corredor de Movistar parece diluirse sin remedio. Puede que el techo deportivo de Enric sea ese top-10 en el Tour y ese podio en la Vuelta, resultados que ya ha conseguido repetir en varias ocasiones. Dignísimo y muy meritorio, desde luego, pero para muchos insuficiente.

Desde la caída del Dauphiné tengo un miedo que no puedo superar’. Admito que las palabras de Enric Mas tras aquella etapa del Tour con final en Hautacam, en la que se vio contundentemente descolgado bajando Aubisque, me sobrecogieron. No es habitual encontrar tanta crudeza y sinceridad en un deportista profesional. De pronto, olvidé al ciclista puntero y me encontré ante un chico asustado y entregado a una realidad durísima. Un chico que había asomado a la superficie, con todos sus miedos y temores cargados en los bolsillos traseros de su maillot, para encaramarse a esa punta del iceberg a la que se refería Guillaume Martin.

Imagen de cabecera: Getty Images

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