De la factoría uruguaya ha salido otro futbolista con piel de cordero. De aquellos que nunca tuvieron la enjundia de los futbolistas que, engalanados de un perfecto merchandising, se avecinan con prontitud a los premios de traje y corbata, de grandes elogios. Fede Valverde, despacito y con una letra pulcra, ha ido esbozando sus características para perfilarse como sostén de un conjunto como el Real Madrid. En época de sistemas y de pizarras, Zidane notó que su conjunto suspiraba por un perfil de interior distinto. Con Luka Modric en su particular descuento, agotado por un contador de partidos inexorable en el último lustro, era evidente que el de Montevideo, solo a su manera, le iba a dar otro punto a los merengues.
El perfil izquierdo de los de Zidane, desde sus inicios, ha sido sinónimo de victoria. Ante tal constelación de fútbol era obligatorio equilibrar al conjunto blanco. No quedaba otra. Sergio Ramos, Marcelo, Toni Kroos, Karim Benzema y Cristiano Ronaldo crearon sinergias que valieron Champions League. Con el último fuera del nido, el francés apostó por Eden Hazard en ese costado. Una decisión comprensible, pues el ex del Chelsea está habituado a ofrecerse por allí desde tiempos inmemoriales. Quedaba, además de mejorar su estado físico, compensar toda esa gresca por el otro lado.
Sin embargo, por derecha ya no solo faltaban, con la temporada en fase embrionaria, los pulmones de Modric; sino las carreras de Gareth Bale, en berenjenales extradeportivos. El galés tenía un contexto positivísimo para triunfar. De hecho, sus dos goles y dos asistencias en La Liga le habían dado la razón a su entorno: tenía calidad para seguir en el Real Madrid. Confundir por un costado, el mencionado flanco izquierdo con todos los peloteros, para agujerear por el otro al rival. Era una ecuación en la que Bale, por fin, podía convertirse en la mayor referencia ofensiva de los de Chamartín. Aunque, como el Guadiana, aparece y desaparece. No sabemos si seguirá sin saber quién es Boris Johnson. Ni qué le pasa. Mientras, Rodrygo Goes, el de la samba, aplaude. Le ha llegado la oportunidad.
En ese estado de extrema felicidad, de algarabía, ha tirado a Vinícius del trono, denostado por el gran público. Lo del fútbol, por mucho que nos empeñemos, no tiene ningún sentido. Lo único seguro es que si uno vuela el otro tendrá que esperar su momento, con los pies en la tierra. Y este es el del ex del Sao Paulo. Tras su hat-trick en Champions League frente al Galatasaray, se ha erigido como titular por delante de futbolistas que llevaban tiempo defendiendo la zamarra blanca. De aquí a mayo todo puede cambiar. Es allí donde se pierden y se ganan campeonatos. Pero en esta fase de testeo, Valverde y Rodrygo han cambiado las ideas de un conjunto corto de provisiones.
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