El flamante Porsche de vivaz color amarillo, hasta hace pocos segundos una obra de perfecta ingeniería de belleza pluscuamperfecta, yacía hecho un amasijo de hierros carbonizados en el asfalto de la carretera que une Génova con Turín. El dueño del vehículo rescatado segundos antes de que un incendio terminará de destruir la carrocería se encuentra en estado gravísimo. El herido es Gianluigi Lentini, uno de los futbolistas italianos con más futuro del momento. El momento era el 3 de agosto de 1993.
Lentini fue un producto del vivaio del Torino, una de las canteras más prolíficas de Italia. Extremo diestro de exquisita técnica pronto recordó a los aficionados granata al añorado Gigi Meroni y en sus pies depositaron la fe en el renacimiento de la antigua gloria. Pero los ochenta y noventa fueron los años en Italia de los fichajes de relumbrón, del despilfarro y una orgía de millones para convertir el Calcio en la mejor liga del planeta. Lentini había deslumbrado en la edición de la UEFA de 1990 donde el Torino eliminó al Madrid y sólo un dudoso arbitraje contra el Ajax separó al conjunto turinés del título. Los grandes empezaron a seguirle.
En el verano de 1992 fue finalmente el Milan de Berlusconi el que consiguió el fichaje. La noticia sentó como un tiro en el corazón granata y hubo hasta manifestaciones intentando impedir el traspaso. Se acusó al presidente del Torino, Gian Mauro Borsano, de haber vendido a su hijo. Pero entonces el Milan era el auténtico coloso del fútbol europeo. Los millones y sagacidad empresarial de Berlusconi junto con el talento de Sacchi hicieron un equipo que dominaba con mano de hierro el continente. Ahora, bajo el mando de Capello, el rodillo seguía igual de implacable y Lentini fichó por una cifra récord de la época, 17.000 millones de liras. Poco después, saltó el escándalo y se supo que parte del fichaje se había efectuado con dinero negro alcanzando la disparatada cifra de 65.000 millones de liras.
Así quedó el auto tras el terrible accidente de Gianluigi Lentini
Ajeno al escándalo, Lentini comenzó bien su andadura en Milán, siendo titular, con 30 partidos y siete goles a su espalda, y llegando ese año a su primera final de Copa de Europa que el equipo rossonero pierde contra el Olympique de Marsella. Todo estaba listo para que la temporada 1993-1994 fuera la mejor de la carrera de Lentini. La plantilla que ese año dirigía también Fabio Capello era la mejor de Europa y todos los jugadores de élite se preparaban para el Mundial de Estados Unidos que ese verano iba a marcar la agenda futbolística. En plena pretemporada todos esos sueños se truncaron con el gravísimo accidente. Lentini tardó un año en recuperarse completamente del incidente. Demasiado tarde para acudir a la cita mundialista. La maldita carretera le hizo perder el tren de la Nazionale. Esa temporada sólo juega diez partidos pero inscribe en su currículum la Champions League que el Milan le gana de forma brillante al Barcelona.
Lentini acaba de recuperarse física y anímicamente ese verano pero Capello no cuenta con él. No juega casi en la temporada 1994-95 a pesar del esfuerzo en los entrenamientos y su talento innato. En mayo, el Milan vuelve a perder otra final de Champions, esta vez contra el Ajax, y Lentini sólo juega cinco minutos. Es el fin de su historia de amor contra el Milan. El accidente de tráfico imposibilitó un final feliz.
Lentini decide reinventarse como futbolista y se marcha al Atalanta. En las filas del club de Bérgamo juega su último partido con la Nazionale en un amistoso contra Bosnia. Y es que en Bergamo consigue rendir a cierto buen nivel, gracias al apoyo del que fuera su entrenador en Turín, Mondonico, encargado entonces de guiar el destino de la Dea. En el verano de 1997 vuelve a casa donde tras un comienzo dubitativo, raya a buen nivel en la temporada del retorno granata a la Serie A. Pero Lentini ya está definitivamente estancado y acabará su carrera en equipos del infracalcio, llegando a militar en el Canelli, un equipo de aficionados, donde coincidió con otro ilustre del Calcio, Diego Fuser.
Tras su retirada, Lentini se divorció y se dedicó al negocio de la hostelería, allí entre fogones intentó recuperar una paz que nunca tuvo en su fulgurante y tempestuosa carrera deportiva. En el recuerdo lo que pudo haber sido, esa maldita carretera, y mil detalles de su indudable calidad que, esos sí, jamás desaparecerán de la memoria del aficionado.