El otro día me decían que después de comer hasta no poder más te entra muchas veces la «morriña»: esa nostalgia de la tierra natal. Seguramente, el joven que me lo decía se refería a la modorra. Pero ese es otro tema.
Sí percibo tristeza cuando empiezo a pisar la arena de la playa y sé que el balompié se ha alejado. Un dato: si tuviéramos un Mundial de verdad, sin trampas ni machetazos al calendario ni a los homosexuales, hoy arrancaría el torneo. El gusanillo, después de estos últimos envites de Nations League, nos volverá a picar entre surfistas, medusas, arena y mosquitos. El verano tiene cosas horribles y una de ellas es la morriña, y no la modorra, al cuero. Le pese a quien le pese.
Llegamos a exasperarnos con los vagos que defienden nuestros colores porque no corren, no meten la pierna y solo piensan en las redes sociales. Que, de hecho, cobran mucho más de lo que deben. También con los choques insípidos de los lunes por la noche. Nos prometemos que este año nos daremos de baja de todo, que nos pondremos una serie o que ni de broma vamos a renovar el abono. Pobres. Lo que nos mata realmente es ese masoquismo que te impulsa a pensar en los partidos del año que viene cuando vemos a un niño con un balón cerca del chiringuito. Basta, nos decimos. Pero ya hemos empezado. ¿Y si este año lo hacemos bien?
Un día abres el periódico y empiezas a leer los rumores. Sería increíble ver a Fulanito con la camiseta del equipo. Ya has caído. Si la primavera altera nuestra sangre, el verano zarandea las expectativas. Un follow a una cuenta oficial o un guiño por subir una foto con una camiseta del mismo color que el de tu escuadra es motivo de algarabía. Algo se cuece. Podemos estar hartos, pero en cuanto el fútbol vuelve a asomar la cabeza le aseguramos que aceptamos sus condiciones. Pero esta es la última vez, eh. En tu paseo por el puerto tu cabeza está en lo que pasará cuando ruede el balón. Echas de menos hasta las derrotas. Has vuelto a caer. Renuevas una ilusión que pensabas que esta vez, de verdad, estaba caduca. El año que viene es nuestro año. Ya verás.
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