La implantación del VAR ha sido una de las grandes novedades del Mundial de Rusia. Polémico desde el inicio lo cierto es que, salvo excepciones, casi todos los aficionados coinciden a la hora de decir que su llegada ha sido un acierto y el mejor camino para hacer del fútbol algo más justo. ¿Su presencia hará que cambie el deporte? Estas son algunas consecuencias visibles de momento.
El contexto, al margen de las decisiones: Hasta ahora muchos trataban de asociar las decisiones de los colegiados al contexto. ‘No se puede señalar un penalti a los cinco minutos’ ‘No se ha atrevido a expulsarle por ser quién es’… frases como estas caen en el olvido toda vez que las circunstancias pasan a un segundo plano. Poco importa el cuándo y el dónde, si hay que pitar algo se pita.
Disminuyen las protestas: Aunque sigue habiendo jugadores disconformes con lo que indican los trencillas no es menos cierto que se han reducido la cantidad de las protestas y es de esperar que, a medida que se asuma la fiabilidad del VAR, esto se asiente. Frente a los corrillos masivos, cada vez es más común ver a los infractores asumir su culpa con gesto de resignación y la cabeza gancha.
Expectación paralela: Si ya de por sí un partido de fútbol genera emoción con la introducción del videoarbitraje, se ha creado un nuevo plus derivado del tiempo que transcurre entre que se revisa la jugada y se anuncia la conclusión final. En esos instantes, además, el espectador asiste junto al árbitro a las tomas que determinarán la suerte final, lo que le permite entender cómo de complicada es esa labor.
La máquina como ayuda, no como baremo: Por extraño que pueda parecer, no se está juzgando al colegiado en función de lo que dictamina el VAR. Si las imágenes dictan una sentencia distinta a la que el juez ha tomado sobre la marcha se asume de manera natural, sin críticas a lo que vio el ojo humano en un primer momento.
Se multiplican los penaltis: Nunca antes había cobrado tanto protagonismo el punto de penalti como hasta ahora. La ayuda extra que le llega de fuera al colegiado le permite corregir su primera impresión en el caso de que esto sea necesario o salir de dudas si las tiene sin miedo a equivocarse.
Más minutos de descuento: Como es natural, las prolongaciones de partido han aumentado. De hecho ahora los añadidos se acercan más a la realidad de un fútbol que pedía una mayor duración ante las reiteradas pérdidas de tiempo que se viven. Además a más minutos más posibilidades de que se vean goles, lo que aumenta la intensidad y también las cifras anotadoras en los tramos decisorios de cada tiempo.
Efecto disuasorio: A mayor vigilancia, menor riesgo de que se comentan acciones antirreglamentarias. Conscientes de que la mayor parte de las cosas que hagan serán observadas con lupa, los jugadores actúan de manera más comedida. Como consecuencia se han mostrado, por ejemplo, menos cartulinas rojas.
El balón parado cobra importancia: Si no era sencillo pitar un penalti tampoco lo era indicar una falta en zona de peligro. Ahora ese ‘respeto’ se ha perdido, convirtiendo el balón parado en un excelente camino hacia la búsqueda del gol. Bien de libre directo, bien en acción ensayada… o bien en propia puerta después de que el esférico impacte en algún contrario.
Dudas sobre su uso en algunas jugadas: El hecho de que un cambio tan drástico como este se encuentre aún en fase embrionaria hace que para algunos sea aún complicado saber por qué el trencilla no recurre al VAR en algunas situaciones concretas. Sin embargo su uso está destinado a pulir acciones que pueden resultar de relevancia. Es de creer que su normalización diluya las dudas para los aficionados.
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