Megan Rapinoe fue la gran protagonista del 2019. No solo por los goles que dieron a Estados Unidos su cuarto título de Copa del mundo, sino por haber utilizado el escaparate del torneo para concienciar sobre la desigualdad de género e incentivar a la lucha contra el racismo y la discriminación sexual.
Este año ha sido intenso para la jugadora del OL Reign, que lideró la demanda por la igualdad salarial en la selección, publicó su primer libro, luchó activamente en favor del movimiento #BlackLivesMatter y se comprometió con su novia, la jugadora de la WNBA Sue Bird. Todo ello lejos del campo, y es que Rapinoe solo ha disputado tres partidos en 2020, cuando participó con Estados Unidos en la She Believes Cup, el torneo amistoso de mayor prestigio (y del que formó parte España por primera vez). No quiso estar en el torneo improvisado de la NWSL de este verano (la Challenge Cup) ni en el Fall Series, ambos sustitutivos de la liga regular cancelada por la crisis del Covid-19. Pese a todo, y como si el tiempo se hubiera parado en los últimos 12 meses, la jugadora californiana ha sido incluida en el once ideal de FIFPRO, organización sindical con más de 50 años de historia que en los últimos años colabora con la FIFA en la gala The Best.
Para entender el error (bastante más común de lo que debería) hay que irse primero a las reglas de adjudicación de premios de la FIFA, donde se señala que “los premios se concederán a las mejores jugadoras en cada posición en función de su actuación durante el periodo comprendido entre el 8 de julio de 2019 y el 7 de octubre de 2020, ambas fechas incluidas”. ¿Por qué un galardón llamado ‘FIFA FIFPRO World11 Femenino 2020’ cuenta desde el verano de año anterior? La fecha que abre el periodo es exactamente un día después de la final del Mundial de Francia entre Estados Unidos y Países Bajos, cuando se da por iniciada la temporada 19-20 a nivel internacional. Así pues, si no están dando el once del año sino el once de la temporada, ya podría llamarse ‘FIFA FIFPRO World11 Femenino 2019-2020’, que no da lugar a ninguna confusión.
En ese periodo más específico Rapinoe jugó algún partido más. Ocho, para ser más exactos: cinco en la NSWL, donde no marcó ningún gol y su equipo cayó eliminado en semifinales del play-off por el título (4-1 ante North Carolina Courage); y dos amistosos con la selección norteamericana, ambos ante Corea del Sur (tampoco vio puerta). Desde octubre no volvió a jugar hasta marzo, la mencionada She Believes, y a partir de ahí Covid-19 y dique seco.
Dejando a un lado otros errores como considerar a Rapinoe centrocampista (al final intentan que casi todo el XI sean delanteras) el principal desatino está en permitir que una futbolista que solo ha jugado tres partidos en el periodo estipulado (en este caso entre el 8 de diciembre de 2019 y el 7 de octubre de 2020) sea seleccionable para un once ideal, independiente de que el resto de jugadoras del mundo quiera votarla. Las reglas son claras: “Deberán haber participado en al menos quince partidos oficiales”. Rapinoe ha jugado cinco veces menos del mínimo exigido, pero es que incluso si hubiese llegado a ese mínimo, o si no existiera un mínimo… ¿Cuántas jugadoras en el mundo pueden merecerlo más? La lista sería kilométrica.
Lo único bueno de la enésima mancha en los premios The Best (esta vez con la inestimable ayuda de FIFPRO) es que se han topado con una mujer con sentido de la justicia y que nunca está dispuesta a callar, incluso si recibe una condecoración de que la pueda sentirse orgullosa. «Es, evidentemente, un gran honor haber sido reconocida por mis compañeras en todo el mundo que votan el FIFPro World11. Al mismo tiempo, fue una sorpresa ver que cumplía los criterios para formar parte puesto que no he jugado un partido desde el pasado mes de marzo”, escribió Rapinoe en sus redes sociales.
Al contrario que otras grandes jugadoras que fueron premiadas sin sentido en otras ediciones (caso de la brasileña Marta o Carli Lloyd), Rapinoe ha criticado su inclusión al considerar que si cuenta con méritos, éstos pertenecen al pasado. “Tenemos muchísimas jugadoras fenomenales en todo el mundo, y todos nosotros tenemos que hacer lo que podemos para reconocerlas. El hecho de que me eligieran, de nuevo, muestra que para que crezca nuestro deporte tenemos que seguir invirtiendo en el fútbol femenino para dar la oportunidad a más jugadoras de salir en televisión en sus países y alrededor del mundo cuando jueguen por sus clubes y países”, añadió.
El golpe de la futbolista estadounidense va derecho a la yugular: ni se cumplen las reglas, ni las jugadoras votan con criterio, ni la FIFA pone los límites adecuados. Los premios son subjetivos, y en el apartado masculino puede haber algún que otro escándalo (Klopp ha sido elegido por delante de Flick, que lo ha ganado todo con el Bayern), pero lo del fútbol femenino parece una broma de mal gusto desde el principio. ¿Por qué se votan siempre a las mismas futbolistas si el nivel general ha aumentado de forma considerable? Rapinoe no ha sido la única en pronunciarse: para Verónica Boquete también ha sido una sorpresa estar en ese XI, y cree que está ahí más por su trayectoria deportiva que por los logros consumados en el último año. No se ha contemplado de ningún modo su presencia entre las finalistas a Mejor Jugadora pero sí entra en el mejor XI. Contradicciones como que Sarah Bouhaddi sea la mejor guardameta pero en el once ideal esté Christiane Endler, o que la mejor entrenadora sea Sarina Wiegman, seleccionadora neerlandesa, en una temporada sin Mundial, Eurocopa o Juegos Olímpicos.
Rapinoe entiende que queda un camino largo por recorrer en la evolución del fútbol femenino, y uno de los factores más importantes es el de poner en primera línea a las grandes ligas y los grandes clubes. Es un toque de atención a la FIFA, pero también a federaciones como la española, incapaz de llegar a un acuerdo para que Barcelona, Real Madrid o Atlético puedan verse sin trabas por televisión cada jornada. Eso explicaría por qué la única jugadora española presente en el once lleve sin jugar en nuestro país desde hace nueve años. FIFA y FIFPRO pueden hacer más: apoyar y vigilar que al menos los partidos de las grandes ligas europeas (además de la estadounidense) se vean íntegros, ya sea en streaming o por televisión. Que en todos los países se sigan pautas conjuntas para la promoción del fútbol femenino. Que se cumplan los criterios a la hora de entregar unos premios que, no olvidemos, son importantes para su crecimiento. Y que se añadan otros (que las jugadoras voten en una lista cerrada puede ser una opción) para que las futbolistas con más méritos formen parte de ese XI y no otras.
Los premios de la FIFA pierden credibilidad, es cierto. A lo mejor lo que deberíamos hacer es directamente no hacerles caso. Pero estas galas son un altavoz inmejorable para el fútbol femenino. Queremos subjetividad, queremos debate. Pero no más despropósitos. Con Rapinoe se equivocaron, pero gracias a que es Rapinoe y no otra es posible que este error sea el último. Ojalá.
Imagen de cabecera: Mike Stobe/Getty Images
Alicante, 1991. Mi madre siempre me decía: "No sé por qué lloras por el fútbol, sino te da de comer". Desde entonces lucho por ser periodista deportivo, para vivir de mis pasiones (y llevarle un poco la contraria).
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