En todas las pandillas de amigos hay uno que se preocupa por el bienestar del grupo. Manda mensajes en las cadena de whatsapp con las nuevas medidas sanitarias y nos avisa de cuándo va a hacer mal tiempo para que estemos prevenidos. Todo por el bien del grupo. Cuando una discusión se calienta más de la cuenta, siempre busca el argumento conciliador para evitar grietas en esa amistad forjada durante años. Generalmente, en pleno apogeo nocturno (cuando podíamos salir), te avisa de que la copa de las 5 de la mañana igual sobra. Sabe que nadie le va a hacer caso, pero él siente que es su deber poner al resto en alerta. Todo por el bien del grupo. Al día siguiente, te hace la crónica detallada de la fiesta, ayudando al resto a conectar esas historias sueltas que uno ha vivido con intensidad cholista entre música y espirituosos, pero que guarda en el olvido si nadie las saca a flote. Es el amigo responsable. Ese al que llamas para que te aconseje cuando tienes un problema de verdad. La voz sanadora de la coherencia a la que acudimos en situaciones delicadas.
En el fútbol, una réplica a escala de la vida, esa figura es indispensable para mantener cohesionado al equipo. El centrocampista por delante de la defensa, el encargado de mantener el equilibrio y evitar esa ronda de chupitos tan dañina y traicionera. Cuando el equipo se estira demasiado, el mediocentro se preocupa en intentar reordenar todos. Si el grupo de amigos se dispersa entre la muchedumbre de un festival, el amigo responsable está pendiente de tener localizados a todos en la medida de lo posible. Mientras todos están inmersos en la vorágine de los partidos de ida y vuelta frenéticos, el mediocentro está pendiente de cómo solucionar una posible pérdida de balón peligrosa o de juntar varios pases seguidos para recuperar la cordura. Ese tipo de gente odia la imprevisibilidad. Se alimentan de certezas.
El Sevilla vive un momento de forma sensacional. Disparado en Liga, ya está pisando los talones de Barça y Madrid, en esa lucha por ser el segundo clasificado detrás de un Atleti intratable. Clasificado para los octavos de la Champions League y para los cuartos de la Copa. La insistencia de Navas, la exuberancia de Koundé, el talento de Suso, el instinto de En Nesyri y la agresividad de Ocampos copan los titulares del equipo de Julen Lopetegui. Sin embargo, hay un elemento que sigue trabajando en silencio, satisfecho de que las cosas estén funcionando.
Fernando Reges es ese amigo al que le dejarías las llaves de tu coche nuevo cuando te vas de vacaciones la segunda quincena de julio. Confías más en él que en ti mismo.
Un futbolista que llegó a España ya maduro, rebotado de la liga turca, que está dejando un rendimiento escandaloso. Siempre atento a los desajustes, predispuesto a corregir el balance defensivo del equipo, generoso en el esfuerzo y colaborativo en la salida de balón sevillista. Todo por el bien del grupo. No estará instalado en el foco del halago mediático. Fernando se siente más cómodo trabajando en la sombra. Difícilmente recibirá el premio al ‘Hombre del Partido’, pero estoy seguro de que si preguntas a cualquier futbolista del Sevilla a quién dejarían las llaves de su coche nuevo te darán el nombre de Fernando Reges.
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