Un efecto secundario de cumplir años casi sin darse cuenta es que cada día las cosas te chocan menos. Incluso en el fútbol, ese deporte malvado que aboga por repartir tristezas y alegrías con acritud, las sorpresas se han aferrado a la nueva normalidad manida y aceptada: están en cuarentena. Por eso cuando veo a Ferland Mendy, con esas piernas largas y delgadas, una sonrisa infantil, casi de parvulario, vuelve a dibujarse rápidamente en mi rostro. Quién lo iba a decir.
Que Toni Kroos, con su trote caro, haga un cambio de orientación al pie de Lucas Vázquez ni cotiza. ¿Lo de Luka Modric? El croata, como ya he dicho en alguna que otra columna, parece haber entendido en la cuarentena que la vida familiar es maravillosa, pero que la pelota es el prozac para cualquier desazón. Tampoco sorprende que Karim Benzema pinte su balompié desde ese perfil izquierdo en el que el Real Madrid volvió a tiranizar en la competición que más respeto le ha otorgado. Pero lo de Ferland no es normal.
El ex del Olympique de Lyon rompe los esquemas incluso a aquellas cuentas de Twitter que mueven millones de seguidores gracias a sus estadísticas. Si su récord en Francia, en la máxima categoría, era de dos goles en 79 encuentros ya estará él para marcar dos con la zamarra blanca en dos semanas. Y punto en boca. Porque incluso mal colocado, en una jugada ensayada en la que la pelota no tenía que pasar por él, Mendy es capaz de acomodarse el balón a la derecha e instalarlo donde pastan las vacas. Lo explicó hace unas semanas Javier Aznar en el AS: “Del despeje en semifallo a la folha seca, el repertorio de Mendy parece un poster de helados Frigo que te lleva del calippo al magnum almendrado. Mendy juega así, como si tocara jazz al piano siguiendo un ritmo que solo escucha él. A veces parece Beethoven, a veces solo sordo”.
En el inacabable estado de sosiego de este balompié pandémico siempre será de recibo tener a un futbolista capaz de aparecer de extremo derecho cuando es lateral izquierdo. Un jugador que se ha acoplado en la plantilla como el protagonista del videoclip de ‘Called Out in the Dark’, de Snow Patrol: mientras los focos y los protagonismos van para las estrellas, él está en constante movimiento para aparecer en escena. Incluso cuando no quiere, Mendy siempre está ahí porque es como esa música psicodélica de Tame Impala: de tan raro que suena, engancha.
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