Madrid ya huele a Champions. A pocas horas para que el balón eche a rodar, los alrededores del Bernábeu ya comienzan a jalear. Hay murmullo, conversaciones simultáneas y mejores caras a medida que el reloj avanza. El Rey -sus vitrinas así lo dicen- ya sabe a lo que juega. Toca remontar. Lo que el mundo supone que le gusta, pero lo suele hacer muy mal. De los últimos cinco intentos de remontada, nunca vimos un bonito final. Desde 2008, ante Roma, Lyon, Bayern, Borussia y Juventus, los jugadores de camiseta blanca terminaron claudicando de rodillas, con el alma desangelada y el corazón hecho añicos. Para no faltar a la cita, pidiendo disculpas por lo acontecido y acordándose de esa maldita pájara que les enfermó en el partido de ida y que no pudieron arreglar en la noche final. La maldición que parecía eterna de seis años cayendo en octavos. Una vez rota, Barça, Bayern y BVB le dejaron sin premio final. En 2014, la gloria de Lisboa y el año pasado, la Juventus que le volvía a cortar las alas antes de la final. Un rey que murió mucho antes de lo que todos pensaban.
La historia se repite, tras el esperpento de Alemania, el Madrid en su pájara habitual de partido de ida, hace un llamamiento a su afición para la reconciliación. El rey está en jaque. En la ida, pudimos comprobar que Caperucita era el lobo y Danilo el peón. De los once que alineó Zidane, la única modificación respecto al Camp Nou, fue el ingreso de Danilo en banda derecha relegando a Carvajal al banquillo. El resultado, lo que todo espectador al fútbol puede catalogar de insulto. No fue el único pero sí el señalado. Draxler, fue el mejor partido e hizo trizas a Danilo en cada acción con balón. No hubo descanso, una noche aciaga para olvidar.
Para la vuelta, lo dije y lo mantengo, dejen en paz a Juanito, la torrija de Alemania, la arreglan los mismos de allí. Pero por favor, con Carvajal titular. Y así será. Varios medios son ya los que anuncian la titularidad de Carvajal como única novedad. Torre por peón. Como en el tablero, la batalla del Bernábeu será de mente fría, sin lugar al error y con un tiempo limitado. En las partidas de Ajedrez son frecuentes los finales en los que las únicas piezas de ajedrez que permanecen sobre el tablero son torres y peones, además de los reyes. El caso más común, es cuando uno de los jugadores tiene el rey y una torre y el otro el rey y un peón. Y en la mayoría de ocasiones, gana el bando que tiene la torre.