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El Real Madrid compromete su futuro en Sevilla

Alejandro CENTELLAS En Sevilla el Real Madrid ha dejado escapar un trozo de Liga y una base argumental que le respalde. Los jugadores que aparezcan en zona mixta ya no tendrán autoridad moral para hablar de conspiraciones ni boicots de las cúpulas de poder. El Real Madrid está obligado a mirarse el ombligo, a examinar su conciencia y escuchar a los ángeles y demonios de su cabeza. El Madrid saboreó la miel de la venganza, recibió el castigo que tantas veces ha infligido a sus rivales en la historia: dejar la iniciativa al equipo rival y salir con la artillería cuando el frente está despejado.

El partido comenzó con la demostración de que había muchas cosas en juego. El Real Madrid partía con la necesidad de subsanar las incertidumbres del Clásico y el Sevilla necesitaba salir airoso de casa para no perder el tren que le mantenga a la estela del Athletic. Por eso los primeros minutos se desarrollaron en tierra de nadie. La vitalidad que habitualmente acompaña a estos partidos dejó paso al tanteo. Ni siquiera hubo dosis de juego brusco, que tan común ha sido históricamente. Fueron unos minutos confusos, el Sevilla tuvo la primera oportunidad nada más empezar y antes de volver a trincheras. Golpeó primero antes de convertirse en sparring. Pero el Madrid salió con el cuchillo de madera, movía el balón y controlaba los espacios sin crear peligro. Prácticamente la tónica del partido: posesión sin eficacia, amenazas sin resultado.

Solo encontró camino el Real Madrid en una falta convertida por Cristiano Ronaldo. El disparo del portugués llevaba una maldad comedida, pero Bacca lo desvió convirtiéndolo en mortal. El gol, unido a la superioridad posicional del Madrid, aventuraba una noche rodada. Sin hacer mucho ruido ni acosar impetuosamente al Sevilla, el Madrid estaba por delante y el horizonte era benévolo. Pero si algo tiene el Sevilla es dinamita en ataque. De una falta a favor del Madrid se valió para armar una contra, reforzada por una inusual flacidez de Xabi Alonso, para empatar el partido. Reyes puso un balón franco a Bacca que, esta vez sí, marcó donde debía. El colombiano es un futbolista peculiar. Casi nadie se ha fijado más de la cuenta en él pero sin embargo es un delantero descomunal, un luchador nato sin dejar de lado las tener virtudes técnicas.


La celebración de los jugadores del Sevilla | Getty Images

Después de salir al segundo tiempo con el empate que dejó el primer acto, el Real Madrid comenzó con las ideas claras. La zona en la que se debía arriesgar era la frontal del área. Xabi Alonso, Modric e Illarramendi debían limitarse a servir de puente entre la defensa y el ataque. Dicho sea de paso, que en estos menesteres Illarramendi no encontró su sitio, lento y sin ideas en la transición. Al final, Di María fue una baja más sensible de lo que se intuía. El Sevilla, mientras tanto, guardaba tácticamente el empate conseguido. Visto lo visto y esperando a un Madrid enrabietado por lo sucedido días atrás, la igualdad en el marcador no era un mal resultado. Y lo cierto es que la consigna se grabó a fuego. El Real Madrid movía el balón, encontraba huecos en la primera zona de creación pero en los metros finales se encontraban con tiburones en medio de un charco de sangre. El Sevilla no regaló ni un centímetro de más

Y como ya dijimos, la esencia que tanto rédito le ha dado al Real Madrid fue el palo que terminó por destrozarles: el contragolpe eléctrico. Rakitic resurgió de sus cenizas, dejó claro que Croacia tiene un talento en sus filas y puso un balón a Bacca que era un caramelo. El colombiano decidió que iba a ser su noche y coló el balón por debajo de Diego López para hacer el segundo y  consumar la remontada. Mientras, el mundo para el Madrid era un sitio hostil y los jugadores creyeron desfallecer al pensar que la Liga se ha podido escapar en pocos días.

Al final, lo que debió ser un bálsamo relajante que calmase las aguas y enderezase el rumbo hacia la Liga, se convirtió en una pesadilla. Alrededor del Madrid emergen las dudas. Diego López, Carvajal, Bale, Cristiano y compañía están bajo lupa. Incluso Ancelotti está en el ojo del huracán. Y es que el fútbol es así. Si ganas, vales; si no ganas, no vales. Y ahora que en el Madrid se ha dejado de ganar, la duda de su validez empieza a rondar la planta noble del Bernabéu.

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Periodismo en la UCM por vocación, pasión y convicción. Me dejan escribir en @MadridSportsEs y @SpheraSports. Librópata y curioso por defecto.

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