Cada vez que un equipo, al ganar un encuentro, saca unas camisetas conmemorativas es inevitable pensar en qué habría ocurrido con ellas si el destino hubiera decidido lo contrario. Seguramente el Manchester City tenía las suyas: se dirigirán, entiendo, a la hoguera más cercana. Imagino que hacer este tipo de detalles en el Real Madrid no invita a pensar en lo peor ya que esta entidad parece ajena al gafe. Los futbolistas blancos acababan de vencer al cuadro de Pep Guardiola en un envite para la historia y todos sus jugadores, alucinados por el ambiente en su coliseo, salían con un mensaje claro: «A por la decimocuarta». Viendo el nivel del diseño no descarto que imprimieran las zamarras tras el fallo de Grealish ya que cuando vas a por el rey, como decía Omar Little, no puedes fallar. Y el City falló.
El de Santpedor, con lo que le gusta pensar sobre cada eliminatoria, estará preguntándose lo que tú te cuestionas cuando te equivocas con alguien: “¿Qué he hecho mal?” A los merengues les valió con varios zarpazos aislados. Casi inesperados. Ver a Rodrygo convertido en el mejor Santillana no lo esperaba ni Carlo Ancelotti. Cuando se prepara un choque hay que evaluar las armas del rival. Las probabilidades de recibir un tanto con un cabezazo del brasileño estaban en el subsuelo. El fútbol se ha vuelto a reír de nosotros y de la inteligencia artificial.
Y lo peor, se estarán diciendo los ingleses, es que en esta ocasión no fue la vieja guardia la que triunfó. Modric, Casemiro y Kroos estaban ya en un banquillo que miraba con entusiasmo a unos futbolistas que sacaron lo imposible. Tras un encuentro áspero, bien planteado por los visitantes, los anfitriones parecían rendidos ante la verdad: el Manchester City movía el cuero de un lado al otro, tras el tanto de Riyad Mahrez, con mucho nivel. Los cityzens tenían amordazados a sus contrincantes. Solo faltaba el tiro de gracia, pero el Madrid es como Houdini.
Ya en el tiempo extra, con los de la capital envalentonados, era momento para los valientes. Como siempre, el guionista quiso hacer de las suyas: falló el central más solvente, Rúben Días, y sobresalió un Jesús Vallejo que se puso el traje de héroe. Es que es increíble. Tenía que lanzar el penalti definitivo, por supuesto, un Karim Benzema que le queda un último desafío: superar al todopoderoso Liverpool en la gran final. Su carrera hacia el balón de oro pasa por París. Solo le espera la gloria.
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