Contra la Real Sociedad se produjo un hecho sin precedente en lo que va de temporada: Gareth Bale ganó una carrera a un oponente. No acabó ahí la cosa, luego se acomodó el balón y batió a Rulli con un leve toque. Un golazo, la jugada que mejor define al futbolista galés: balón al espacio, velocidad de crucero y gol. El problema es que el Madrid ya no juega a eso.
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El plan en el que más destaca el galés se ha quedado anticuado en el Madrid de los centrocampistas. Con el asentado cuarteto Casemiro-Kroos-Modric-Isco, los blancos invaden el campo contrario en bloque. Ya no atacan espacios, los ocupan. No queda hueco para que el campo se convierta en una pista de atletismo por donde sorprenda Bale. El galés, en sus cuatro temporadas anteriores, evidenció dos formas de ser protagonista: retando a su marcador a una explosiva carrera de 30 metros y rematando de cabeza. Esas dos acciones son brillantes por su parte, pero en las demás es una vela apagada.
Bale naufraga fuera del 4-3-3. El plan Bale se refugia en ese esquema y en un Madrid jugando como un muelle: se contrae esperando al rival y se dispara velozmente. Así pintaría Bale su mundo ideal. Pero la consolidación de Isco y las ilusionantes apariciones de Asensio bajan la saturación del dibujo del galés. Zidane ahora tiene un plan A basado en la posesión e Isco como mediapunta (contra la Real jugó de interior y no fue tan resolutivo). El plan Bale pasa a ser una segunda opción, aunque el galés siga siendo titular de momento. La sanción de Cristiano y la lesión de Benzema le han permitido ir acumulando minutos para mejorar su forma, pero parece difícil encajar a un velocista en un Madrid de billar.
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